Gobierno situado: habitar
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24 octubre, 2013
por Alejandro Hernández Gálvez | Twitter: otrootroblog | Instagram: otrootroblog
El sábado 12 de octubre, el filósofo alemán Boris Groys dictó la sesión final del seminario El museo como experiencia crítica, impartido por Willy Kautz en el Museo Tamayo. En su libro Sobre lo nuevo, Groys dice que “lo nuevo empieza a ser una exigencia, sobre todo, siempre que los valores antiguos se archivan y, en esa medida, se los protege del paso del tiempo”. Y agrega que “sólo cuando la conservación de lo antiguo parece estar asegurada por la técnica y por la civilización, comienza el interés por lo nuevo”. El museo y el archivo son los dispositivos que articulan la relación entre lo nuevo y el pasado, a éste lo conserva y a lo nuevo lo consagra como digno de valor. Lo nuevo, dice Groys, es lo otro valioso: “lo otro que se considera lo suficientemente valioso como para conservarlo, investigarlo, comentarlo y criticarlo y para no dejar que desaparezca al instante siguiente”.
Por otra parte, en Art Power, Groys dedica un ensayo a la ciudad —La ciudad en la era de la reproducción turística. Ahí Groys dice que, originalmente, “las ciudades eran proyectos para el futuro: la gente se movía del campo a la ciudad para escapar a las fuerzas ancestrales de la naturaleza y para construir un nuevo futuro que pudieran conformar y controlar ellos mismos.” Las ciudades, por tanto, eran siempre utópicas —y lo utópico, afirma Groys, no es lo nuevo: lo nuevo se opone de igual manera al pasado y al futuro. Hoy el papel de la ciudad ha cambiado: “el impulso utópico, la búsqueda de una ciudad ideal, se ha debilitado y gradualmente ha sido suplantado por la fascinación por el turismo. Hoy —agrega Groys—, cuando la vida que nos ofrece nuestra ciudad ya no nos satisface, ya no luchamos por el cambio, por revolucionarla o reconstruirla; en vez de eso simplemente nos mudamos a otra ciudad —sea por un tiempo o para siempre— buscando lo que nos hace falta en casa.” Lo que sigue es una breve conversación con Boris Groys, en el Museo Tamayo, sobre la arquitectura y lo nuevo y la ciudad y la mirada turística.
Habló de cómo se diferencia lo nuevo de lo viejo y lo consagrado de lo profano en el espacio del museo, ¿fuera del espacio del museo, en la ciudad, cómo opera esa diferencia en la arquitectura?
Tiene que ver con cierto tipo de historia: la historia de la arquitectura. Un museo no es el museo como un edificio, tiene que ver con cierta tradición, cierta historia. Si conoces la historia de la arquitectura o ciertas publicaciones tienes una especie de museo en tu mente y puedes colocar lo que estás haciendo en relación con ese museo.
¿Tiene eso que ver con lo que ha escrito sobre la ciudad como el lugar de la utopía frente a la ciudad como lugar para el turismo?
Si. En ese texto me pregunto qué tipo de imagen de un museo de arquitectura tenemos en la mente. Creo que la estructura de ese museo se desplazó de algún modo en el periodo de la modernidad, debido a la globalización entre otras cosas. Así que, por ejemplo, si Le Corbusier se imaginó la destrucción de París, sustituyéndola por otra ciudad, tal vez creyó —quizás de manera subconsciente— que los parisinos recordarían el viejo París, que compararían esos lugares de interés. Pero ya no tenemos ese tipo de tradición de la ciudad: todo mundo se mueve, cambia de ciudad. La memoria hoy es una memoria global, así que lo que ahora tenemos es una ciudad turística global. Es algo totalmente contemporáneo. Un amigo mío, arquitecto, fue con sus estudiantes a China, y en un lago había una gran estatua de Buda. Le dijeron que era la más grande en China y que era antigua, que la habían colocado hace tres días. A eso llamo mirada turística: sustituye la historia por el espacio y la contemporaneidad. Para la mirada turística no hay historia: todo lo del pasado es del mismo tiempo: el pasado. No hay diferencia si la estatua de Buda tiene tres mil, trescientos o tres años o días: la mirada turística fija el pasado y lo sincroniza. Y para esa mirada lo contemporáneo es lo que se opone al pasado.
Eso es interesante pues hoy dijo que las películas funcionan de manera distinta al museo: confunden el pasado y lo contemporáneo y toman libremente de cualquiera de los dos. ¿Funciona del mismo modo la arquitectura?
Creo que hay diferentes estrategias, pero no diría que esa —confundir el pasado y lo contemporáneo— sea la que domina. Si vemos el trabajo de Gehry o Koolhaas, ellos construyen contradiciendo todo lo que existía en la ciudad, en el contexto y el entorno. No quieren combinar, quieren subrayar que no son como todos los demás. No es necesariamente algo nuevo en términos arquitectónicos, especialmente si incluye todo tipo de documentación sobre otros proyectos arquitectónicos, realizados o no. Construyen como contraposición, para hacer una declaración y oponerse al contexto.
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