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Yamamoto: pensar una ciudad y una vivienda enteras

Yamamoto: pensar una ciudad y una vivienda enteras

5 marzo, 2024
por Alejandro Hernández Gálvez | Twitter: otrootroblog | Instagram: otrootroblog

“Un arquitecto que construye comunidad gana el premio Pritzker”. Así dio la noticia el New York Times sobre el premio, auspiciado por la Fundación Hyatt, que este año se otorgó al arquitecto japonés —nacido en Beijing en 1945— Riken Yamamoto. Pero al ver imágenes, por ejemplo, de The Circle, el centro de servicios del Aeropuerto Internacional de Zurich, resultado de un concurso que ganó en el 2015 e inaugurado en el 2020 —y donde, por cierto, hay, entre otras cosas, un hotel Hyatt—, se entiende que debemos de pensar dos veces la idea de comunidad de la que Yamamoto —o el New York Times— nos están hablando.

El crítico de arquitectura del periódico The Guardian, Oliver Wainwright, escribió hoy mismo sobre el arquitecto premiado: 

Es una elección sorprendente. Yamamoto nunca ha sido parte de la vanguardia de moda, del tipo starchitect que el Pritzker a menudo ha honrado en el pasado. Tampoco proviene de una región pasada por alto o infravalorada, como el premio ha querido resaltar en los últimos años. En cambio, durante una carrera que abarca las últimas cinco décadas, ha producido un cuerpo de trabajo consistente en un estilo neutral y modernista, creando formas cúbicas y cuadriculadas en acero, concreto y vidrio, que pueden no producir demasiado entusiasmo a primera vista.

Pero una mirada más cercana revela mayor complejidad y sofisticación en la forma en que sus edificios están estratificados y estructurados teniendo en cuenta la interacción social, siempre diseñados para fomentar un sentido de comunidad, vida colectiva y ayuda mutua. Como lo expresó el jurado del premio Pritzker, la arquitectura de Yamamoto sirve “tanto de fondo como de primer plano de la vida cotidiana, desdibujando los límites entre sus dimensiones pública y privada y multiplicando las oportunidades para que las personas se encuentren espontáneamente”.

Por ejemplo, volviendo a The Circle, el programa del concurso establecía tres requerimientos: que tuviera o expresara una calidad de “lo suizo”, que estuviera lleno de sorpresas, y que, al mismo tiempo que alberga a viajeros de todo el mundo, los mantiene conectados con el mismo. Yamamoto decidió que la “suicez” —¿o suizidad?— se manifiesta como precisión. Y, al presentar la propuesta, Yamamoto definió al “círculo” como una ciudad del siglo XXI. Quizá con demasiada confianza y no cierta ingenuidad, afirmó que “no era ni una comunidad ficticia como Disneylandia ni una ciudad organizada sólo para el consumo, sino una ciudad creativa que ejercería una poderosa influencia en el resto del mundo.” Sí: demasiada confianza, pero es cierto que resultado de una reflexión larga sobre la ciudad, la vivienda y la comunidad. En el periódico suizo Le Temps, en un texto publicado en febrero del 2015, podemos leer:

Riken Yamamoto está convencido de esto: el modelo tradicional de “una familia, un hogar”, cerrado en sí mismo, autónomo y que supuestamente fomenta la reproducción, ya no está en sintonía con las realidades contemporáneas. Esta ideología de la “casa de masas”, iniciada en Alemania por la Bauhaus después de la Primera Guerra Mundial e importada a Japón después de 1945 a través de los Estados Unidos, “reflejaba las necesidades de la época en términos de reconstrucción y crecimiento, estableciendo al mismo tiempo una disciplina de normalización de las familias. Hoy en día, sobre todo con la tasa de natalidad particularmente baja en el archipiélago y el envejecimiento de su población, el sistema resulta obsoleto. Debemos desarrollar modelos que puedan romper las barreras entre barrios, combatir el aislamiento y la soledad de los más débiles (los mayores) y fomentar actividades en casa para estimular la economía local y la cooperación.”

Y, a renglón seguido, se explica cómo, al menos en el concepto del arquitecto, todo eso se desarrolla con el centro de servicios del aeropuerto de Zurich:

Flexible, adaptable y conservando su antigua estructura, integrando viviendas y negocios, la ciudad medieval cumple con estos requisitos. Para imaginar The Circle, en Zurich, Riken Yamamoto se inspiró en las ciudades suizas y sus calles estrechas. En el lado del aeropuerto, el complejo presenta la singularidad y la gran escala de una fachada con forma de disco. Del lado de la ciudad, tiendas, restaurantes, hoteles, servicios, oficinas y centros de convenciones se organizan en pequeños elementos ensamblados entre sí. Entre ellos hay caminos de unos pocos metros de ancho. Un patrón de finas columnas caracteriza las fachadas y se vuelve más estrecho a medida que se ascienden los pisos, para reflejar las diferentes gradaciones entre espacios abiertos y cerrados. “Es la relación muy estrecha entre la infraestructura urbana y la arquitectura lo que hace que las ciudades medievales sean sostenibles. Para The Circle, queríamos recrear la estructura medieval con nuevas tecnologías y métodos. Su diseño será único y al mismo tiempo podrá resultar familiar a los visitantes”.

 

Una de las frases ya célebres del recién premiado, que hoy reproducen prácticamente todos los medios, tratándose de un arquitecto que gana “el Nobel de arquitectura” es: “no soy muy bueno diseñando”. La frase, quizá mitad broma y mitad provocación, se despliega en una manera distinta de concebir y producir arquitectura. Dice Yamamoto:

No me centro sólo en el objeto arquitectónico en sí. Hoy en día es fácil crear un objeto tridimensional con una computadora y cambiar la escala. Pero diseñar arquitectura también implica considerar el paisaje y el entorno urbano y la gente de la ciudad, y cómo establecer una conexión entre la ciudad y la arquitectura.

 

Yamamoto ha investigado las posibles maneras de establecer conexiones entre la ciudad y la arquitectura en un proyecto teórico que, a su vez, ha informado el diseño de otros de sus proyectos construidos —en tanto edificios pues, evidentemente, un “proyecto teórico” también se construye— el Area Comunitaria Local (Local Comunity Area). Resumida al máximo, la propuesta retoma la idea de que la ecuación “una casa = una familia” resulta, hoy, inoperante, y que para lograr la diversidad de organizaciones espaciales que distintos tipos de organizaciones sociales, cambiantes, requieren, la vivienda en propiedad es un estorbo, por lo que se favorece la renta. Además, “se dedicará el mayor espacio posible a las zonas comunes y se reducirán las zonas sobre las que los individuos tienen derechos exclusivos.” Ahondando en la propuesta, Brigit Jürgenhake escribió:

¿Es posible organizar un barrio en el que vivir y trabajar se entrelacen de forma natural? ¿En el que haya lugar para el colectivismo, para la creación de una comunidad fuerte, respetando al mismo tiempo la privacidad del residente? En 2012, el estudio japonés Riken Yamamoto & Field Shop llevó a cabo un estudio de diseño sobre una nueva forma de vida, introduciendo un concepto que incluía aproximadamente 500 personas viviendo juntas como un colectivo, Área Comunitaria Local (LCA). El plan incluyó feroces críticas a las políticas de vivienda japonesas, que promueven viviendas ocupadas por sus propietarios para estimular la economía, mientras que las personas con bajos ingresos apenas tienen oportunidades en el mercado inmobiliario. Es una política que se centra de manera unilateral en viviendas unifamiliares y viviendas de una sola habitación; apartamentos que, como unidades individuales, tienen poca conexión con el barrio.

La tradición japonesa de vivir y trabajar puede enriquecer el debate sobre este tema. El estudio de diseño de Yamamoto es muy interesante porque lo examina en diferentes niveles de escala, desde el del barrio hasta el de la calle y la vivienda. Riken Yamamoto & Field Shop opinan que el modelo político actualmente dominante en materia de vivienda individual resulta obsoleto. Los arquitectos creen que es hora de pensar en grande y abrir los límites de la vivienda. Además, también de cuestionar radicalmente la separación entre vida y trabajo. Preguntándose si era administrativamente posible algún otro sistema de vivienda capaz de conectar una comunidad, idearon las condiciones espaciales para una “vivienda” que alberga a 500 residentes, en la que la ayuda mutua es un hecho y que incluye unidades individuales, aunque sean más bien pequeñas.

La investigación de Yamamoto también incide en una tradición que, de manera muy simplista, divide al espacio en dos grandes ámbitos, el público y el privado, dibujando del primero un linaje supuestamente directo del ágora a la plaza y el parque de las ciudades europeas y agrupando como “espacios privados”, desde la gran fábrica hasta el pequeño taller y desde la mansión del potentado, hasta la vivienda mínima y subvencionada. Y aunque las ideas de Yamamoto ni niegan ni ignoran esa historia —afirma que su libro The Space of Power and the Power of Space está fuertemente influenciado por La condición humana, de Hannah Arendt—, abrevan obviamente de otras tradiciones, en particular la japonesa y la china, y no sólo de antiguas villas medievales sino de las complejas formas urbanas que la modernidad “global” ha producido en Japón o China. Como escribió Davide Landi:

El LCA se convierte en un escenario para el desarrollo de un paradigma económico alternativo, que se hace eco de los tradicionales a través de lentes contemporáneos. En el área de Kansai, por ejemplo, la economía y las actividades económicas todavía giran en torno a las pequeñas empresas familiares y, por tanto las familias todavía conservan un fuerte papel sociopolítico y económico. Esto proporciona un papel a las personas mayores, que pueden contribuir activamente a la comunidad con sus conocimientos y habilidades o, en ocasiones, cuidar a los niños de la comunidad. La LCA cuestiona las formas convencionales de habitar y desencadena algunos cambios en el estilo de vida que fomentan cambios más amplios.

Así que, como quizá deje ver este apresurado resumen, este año el Pritzker dio, de algún modo, dos por uno. Están las fachadas de vidrio y acero y los grandes centros de servicios aeroportuarios, construidos con precisión, pero que no causan “demasiado entusiasmo”, como escribe Wainwright, ni buscan hacerlo, y, al mismo tiempo, el arquitecto que desde el diseño de pequeñas unidades de vivienda y trabajo y de sus múltiples relaciones con el espacio compartido, común y público, repiensa el modelo político y económico de la modernidad. O al revés.

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