Gobierno situado: habitar
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14 agosto, 2015
por Alejandro Hernández Gálvez | Twitter: otrootroblog | Instagram: otrootroblog
En una escena de Paris, Texas, la película dirigida por Wim Wenders que se estrenó en Cannes el 19 de mayo de 1984, Travis Henderson, interpretado por Harry Dean Stanton, y su hijo Hunter, hacen un alto en su camino buscando a la madre de Hunter, Jane (Nastassja Kinski). Robert Phillip Kolker y Peter Beicken describen así la escena:
“Se sientan en la parte trasera de su camioneta bajo la dinámica arquitectura de unas autopistas elevadas. La composición y la edición proporcionan importante información, la construcción de la secuencia difiere de la típica escena de carretera de Wenders. Es estática: aunque el tráfico se mueve al rededor de los personajes, ellos y la cámara que los observa están quietos. Las tomas que arman la secuencia colocan a Hunter en la posición dominante. Se sienta sobre Travis en la parte posterior de la camioneta y está más centrado en el cuadro que su padre.”
Ernst Wilhelm Wenders nació el 14 de agosto de 1945 en Düsseldorf, Alemania. Tras estudiar un año de medicina y otro de filosofía, Wenders viajó a París en 1966. Quería ser pintor y luego fracasó en su intento de entrar a estudiar cine. En 1967 regresó a Alemania y finalmente entró en la Escuela de Cine de Munich. Su primer largometraje, Verano en la ciudad, la filmó en 1970. Pero su primera película, que filmó a los doce años, ya tenía como protagonista a la ciudad:
Cuando hice mi primera película con una cámara de 8 milímetros, me asomé por la ventana de la casa y comencé a filmar la calle de enfrente, los autos, la gente que pasaba. Mi padre se dio cuenta y me dijo: “¿pero qué tonterías estás haciendo con tu cámara?” Y yo respondí: “bueno, ¡pues filmo la calle!,” como si no hubiera nada más que agregar. Recuerdo que yo estaba sorprendido, incluso decepcionado de que a él le pareciera inútil. “¿Y eso de qué sirve?,” me preguntó. Yo no tenía respuesta alguna: miraba mi pequeña Bolex, después la cale y guardaba silencio, tremendamente abatido.
Wenders agrega que, diez o doce años después, al realizar su primer cortometraje ya en 16 milímetros, filmaba las esquinas de Munich sin mover la cámara, hasta que se agotaban los tres minutos del carrete. “La idea de detener la cámara —dice— ni siquiera se me ocurrió.” El director de cine que aparece en su película Historia de Lisboa, grabando con una cámara de video que cuelga de su espalda lo que va dejando atrás mientras camina narrando lo que le viene a la mente, para después guardar las cintas sin jamás haberlas visto, es, sin duda, el alter ego de Wenders.
“Una ciudad inolvidable —escribió— es una ciudad llena de imágenes.” Es algo que deja en claro en su extraordinario documental sobre el trabajo del diseñador Yohji Yamamoto: Cuaderno de notas sobre ropajes y ciudades, donde reflexiona, además, sobre la diferente manera de ver la ciudad según el medio sea el cine o el video. Wenders, que se confiesa varias veces apasionado de las ciudades, también dice serlo de las tierras deshabitadas y el desierto: “pienso que algo tienen de común estos polos opuestos, que los paisajes urbanos tienen fronteras con los desiertos.” Escenas como las de Travis y Hunter improbablemente detenidos bajo los puentes de una autopista, hacen también pensar en las imágenes de Piranesi, aun cuando parezcan opuestas a las famosas Cárceles de éste. En su ensayo El negro cerebro de Piranesi, Marguerite Yourcenar explica que el vértigo que nos hace sentir el mundo irracional de esas Cárceles se debe a la manera como Piranesi logra colocarnos frente a un espacio en apariencia inaccesible, “separado de nosotros por horas de camino.” En sus Cárceles, dice Yourcenar, Piranesi nos presenta un mundo infinito enredado sobre sí mismo, como si una cámara lo filmara o lo grabara sin parar.
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