Estadística, rezago y oportunidad en los espacios para la enseñanza en México
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¡Felices fiestas!
22 agosto, 2013
por Hugo Flores L.
“Ser libres implica, como primer paso, el ser conscientes de la contradicción en la cual nos encontramos pero bajo la responsabilidad de hacerla extensiva”
Jean-Paul Sartre
A varios años de la masacre de 72 migrantes en San Fernando, Tamaulipas, el fenómeno de la violencia, lejos de disminuir, constituye una de las principales causas de malestar en la sociedad mexicana contemporánea, llegando a alterar los soportes fundamentales de su entramado institucional, cultural o social. Las relaciones sociales se refieren a una multitud de interacciones reguladas por normas entre dos o más personas, resultado de la relación social hay una modificación de la conducta la cual puede ser dimensionada por medio de los niveles de bienestar social y calidad de vida. La realidad social es por lo tanto una construcción cotidiana en donde la persona y la sociedad interactúan, el sujeto se va insertando y siendo parte de una sociedad y una cultura a partir de todas las significaciones simbólicas, ya que éstas precisamente son las que van a permitirle conformarse como un ser social. La realidad social es construida por el individuo a partir de la interacción que tiene con la sociedad, ya que los individuos son hechuras de la propia sociedad y ésta aparece como producto de un proceso humano y, por consiguiente, susceptible de transformación y cambio. Para Foucault existen claramente fuerzas de poder dentro de las relaciones sociales. La interacción de estas fuerzas ha de producir, a la larga, ciertos espacios o entornos que tienen como objetivo satisfacer las necesidades que suponen estas interacciones. Las relaciones de poder están ligadas a las relaciones económicas, políticas o de producción, incluyendo obviamente las de producción de espacios habitables en sus diversas modalidades. La presencia de formas específicas de relaciones sociales en nuestro contexto inmediato pueden determinar —como siempre ha sucedido— el surgimiento de espacios únicos, los cuales cumplen con un propósito fundamental: proveer relaciones entre individuos o entre grupos donde unos ejercen el poder sobre otros —el poder solo existe en acto, es decir, en la relación dentro de un espacio habitable específico y objetivo.
La arquitectura, en tanto disciplina que atiende, se explica y significa desde lo social, ¿qué tipo de supuestos plantea al respecto del tema de la violencia? ¿Cuál es la forma de aproximarnos como arquitectos a este fenómeno examinado la relación del sujeto con la violencia, evaluando sus impactos posibles y generando con ellos escenarios de sus implicaciones en las formas de experimentar espacios y de relacionarse dentro de ellos? Las actuales herramientas metodológicas, conceptuales y técnicas que la arquitectura ofrece o supone, ¿que tan útiles son para contribuir al desarrollo de indicadores y esquemas teóricos y gráficos que permitan, desde una perspectiva crítica e introspectiva del pensamiento y quehacer propio de la arquitectura, dar seguimiento a las variables más representativas y objetivas del fenómeno del crimen, la violencia urbana y la inseguridad ciudadana? ¿Es posible que dentro del contexto de relaciones sociales, fundamentado en el aumento de actividades disfuncionales violentas, podamos determinar soportes y argumentos desde los cuales iniciar una problematización del discurso arquitectónico contemporáneo —que de manera general plantea satisfacer las necesidades humanas de espacios y objetos en un momento histórico concreto?
Si intentamos problematizar el discurso arquitectónico hegemónico determinado por el mercado y las formas de producción o de materialización de la arquitectura, probablemente se incentiven mecanismos de reflexión sobre las condiciones que le dan fundamento, referido esencialmente a la forma cómo se asumen responsabilidades con la arquitectura desde la perspectiva necesidad-satisfactor y cómo esta lógica establece una serie de determinantes tanto en lo operativo-metodológico: programa arquitectónico, como en lo conceptual-compositivo: tipología, uso y morfología. Problematizando las metodologías y enfoques del diseño arquitectónico actual referido a la básica ecuación necesidad-satisfactor llegaremos invariablemente, considero, a una encrucijada. Al hablar de manera general sobre uno de los fines primordiales de la arquitectura —el de la satisfacción de necesidades espaciales que determinada sociedad plantea— es posible advertir una serie de ambigüedades o premisas dentro del discurso arquitectónico hegemónico actual, mismas que pueden ser instrumentadas y empleadas para la formulación espacial de las más diversas experiencias y manifestaciones sociales sin siquiera llegar a instancias críticas o reflexivas o contar con mecanismos que permitan discernir, dentro de determinado contexto o situación, la pertinencia de configurar un espacio o no. La pregunta que se plantea a partir de lo anterior, y que puede manifestar aristas éticas y morales, no es saber si determinadas relaciones sociales disfuncionales —“violentas”— merecen ser atendidas y consideradas como problematizadoras del espacio arquitectónico, sino saber qué tipos y cuáles características de espacios requieren esas experiencias y relaciones sociales violentas. Lamentablemente, hoy no podemos concluir la imposibilidad de realizar la proposición de espacios, cualquiera que sean, determinados bajo la sombra del contexto social mexicano contemporáneo, referenciado por el fenómeno del crimen, la violencia urbana y la inseguridad ciudadana. Por lo tanto, una de las posibles tareas es analizar esta compleja situación y tratar de obtener el mayor número de reflexiones posibles.
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