Carme Pinós. Escenarios para la vida
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12 diciembre, 2013
por Pedro Hernández Martínez | Twitter: laperiferia | Instagram: laperiferia
Apunta Miquel Adrià en el editorial de la Revista Arquine No.66 que el exceso de capacidad implica” una patología contemporánea” producto de “un crecimiento sin límites cuya lógica está basada en el crecimiento mismo (…) En tiempos en que desde la economía y la ecología se insiste en la importancia de “reducir, reutilizar y reciclar”, el diseño y la arquitectura deben buscar la manera de insertarse en los modos de producción con proyectos que permitan y alienten el aprovechamiento máximo de lo que pueden ofrecer”. En este sentido Alejandro Hernández se preguntaba la semana pasada en este mismo blog: “¿Cómo los objetos, los edificios, las ciudades o los paisajes, pero también los sistemas y las reglas que los hacen posibles, pueden aprovechar posibilidades a veces ignoradas o simplemente en desuso?” Todo edificio, aun más, todo lo arquitectónico, desde el programa a las formas de construcción, del espacio a lo material, es capaz de repensarse, de desplegar más allá de su capacidad. La pregunta es, tal y como se apunta, el cómo. Todo dependerá en qué grado la arquitectura –lo arquitectónico– permite hacerlo posible y de la capacidad imaginativa que tengamos – ya sean los arquitectos o no– para repensarlo.
Centramos en particular sobre el aspecto material, cualquier materia, procesado o no, puede ser repensado en tantas veces pensemos. Incluso aquello que otros podrían ven inútil, que ya no puede servir y aprovechar en modo alguno. Aquello que desechan porque carece de capacidad de uso. El trabajo de Marcos Betanzos en #Bordos100 es una clara muestra de ello. Este trabajo enseña las condiciones en las que se vive en el tiradero de basura de Ciudad Neza, exponiendo las condiciones en las que la vida es posible allí, al tiempo que aborda la relación de la disciplina arquitectónica hacia situaciones tan complejas en todos los aspectos como esa. Una de las partes del proyecto explora el espacio y las construcciones de quienes allí habitan. Sin entrar en las múltiples lecturas de diversas capas –sociales, políticas, económicas– que ocasiona la lectura de este trabajo, me gustaría entrar en la naturaleza material de la “arquitectura” que aparece. Puertas, ventanas o paredes están materializados a partir de fragmentos de elementos desechados, pervertidos y repensados con usos y formas no necesariamente estéticas o funcionales. Retales de lo que alguna vez fue que configura algo que aspira a ser.
Frente al “uso correcto” esta mirada parece desear repensar la naturaleza misma de los materiales. Algunos arquitectos han explorado el potencial de esta “libertad” material, como la propuesta Streetcamp desarrollada por FOUNDation Projects y Make Space 4 Architecture en el Sydney for the architecture festival, donde indagan las posibilidades del diseño que ofrece lo que otros ya han desechado. En el trabajo del estudio holandés, los materiales aparecen en posiciones, a priori, extrañas, explorando qué permite más por sus propias capacidades que por las generalmente impuestas, en una especie de grado cero que permite la absoluta libertad creativa, que no persigue tanto una estetización formal del desecho –que sería por otro lado peligrosa– sino de entender que no existen dogmas ni formas correctas en arquitectura.
La capacidad de la arquitectura, en exceso o en defecto, dependerá del grado de imaginación que seamos capaces de desarrollar en nuestro trabajo, más allá “del reciclaje o del reuso sustentable, y tiene que canalizar los nuevos potenciales de excedentes construidos, cuestionando el derroche de los últimos años”.
Imágenes cortesía de FOUNDation Projects | Para más información de su trabajo: Straatlokaal
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