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¡Felices fiestas!
22 mayo, 2013
por Arquine
En el último Congreso Arquine No.14 | Espacio, la socióloga Saskia Sassen decía que las ciudades son un hecho complejo pero incompleto y que las ciudades realmente complejas se caracterizaban por su capacidad de responder y sobreponerse a catástrofes. De la misma forma podemos añadir que una ciudad es un organismo vivo, capaz de enfermar, de curarse e incluso de morir. Así, para ella, Roma, con sus distintas versiones a lo largo de la historia, resultaba ser un paradigma donde pasado, presente y futuro mostraban simultáneamente los aciertos y errores de su conformación. Pero ¿cómo se funda una ciudad desde cero? O dicho de otra manera: ¿Cómo estas nuevas ciudades llegan a convertirse en auténticas ciudades, con lo que implica su dimensión completa?
De estas nuevas ciudades podemos movernos entre dos casos: aquellas que son resultado de reconstruir una ciudad devastada, y las ciudades utópicas. En el primer caso, una nueva ciudad levantada en otros lugares cuando la original es afectada por causas de catástrofe, especialmente naturales, que obliga a reformular el espacio urbano una vez destruida la construcción. El urbanismo ha dado numerosos ejemplos: la misma Roma o Lisboa, son ejemplos básicos, o, más recientemente, diversas ciudades afectadas por los tsunamis de Japón y Chile, y que han tenido que ser levantadas de la nada. Pero en realidad, en estos casos, la ciudad no puede entenderse como algo que parte de cero pues, en el trasfondo, contienen una masa urbana social lo suficientemente desarrollada y estructurada como para construir aquello que podemos llamar ciudad, más allá de la infraestructura física que la conforma. Estas ciudades son, en su formulación, incompletas, inacabadas, respuestas de una necesidad, más que un proyecto urbano fruto de unos ideales. A esto último responden las ciudades utópicas; objetos acabados de una visión perfecta o ideal de ciudad. Desde que el urbanismo existe, siempre han existido ejemplos que buscan crear el diseño ideal, tanto en lo social como en lo espacial. Ahí quedan las ideas de Vitruvio o la utopía de Tomás Moro pasando por la Ciudad jardín de Howard o la Ciudad industrial de Garnier, ambas en el siglo 19, hasta llegar al Movimiento Moderno o los arquitectos radicales de los setenta. Si bien no muchas no han tenido voluntad de ser construidas, el siglo 20 ha dado dos grandes ciudades creadas desde ideales utópicos, dos ciudades modernas que abrían una promesa de futuro, nacidas bajo la sombra de la fundación de un nuevo Estado. Formas de algún modo de establecer ese nacimiento y ruptura con el pasado. Chandigarh en India y Brasilia en Brasil.
Brasilia, imaginada por los trazos de Lúcio Costa y Óscar Niemeyer, es un proyecto donde arquitectura y política se daban la mano gracias a la colaboración conjunta de los arquitectos y el presidente Juscelino Kubitschek (1956-1961). Una exposición que celebra sus 53 años de vida en la sede del Partido Comunista Francés –obra del propio Niemeyer– que retoma y recoge toda la historia de la creación de la ciudad. Hacia 1956 y tras 16 años de dictadura, la sociedad brasileña experimentaba cambios, no solo en su estructura política, sino también arquitectónica y cultural. Ese contexto vio el nacimiento del sueño moderno para una sociedad alterna que lo adoptaba como su nueva forma de vivir. Su construcción no será sólo un ejercicio desarrollado por políticos y arquitectos, sino que en ella se implicó una población que posteriormente la habitaría. Una posible implicación con el diseño que genera lazos emocionales. Cincuenta años después, la ciudad en forma de avión sigue creciendo, enfrentándose al debate de que quiere ser en el futuro a cincuenta años en estos momentos, algo que ha aireado la polémica si sobre seguir fiel o no al proyecto original.
Con medio siglo de diferencia parece que lo que hoy marca el nacimiento de ciudades ya no son los ideales revolucionarios o sueño de una sociedad nueva. Ahora, en cambio, es el mercado el que dirige los sueños y deseos, como si la utopía hubiera aprendido su dificultad de llevarlas a cabo. Las ciudades del golfo arábigo (Ciudades de ¿vanguardia?) marcan la pauta con propuestas igualmente cerradas y que además son ejecutadas generalmente por una mano de obra que no se vincula emocionalmente con el país que construyen. Además, ejemplos como Brasilia ayudan a comprender que la realidad está llena de pliegues y fallas, mostrando la distancia entre el plano proyectado y el habitar del espacio. Esa distancia es quizás la que separa lo ideal de lo real. Así, si “de un trazo nace la arquitectura”, ¿de cuántos trazos nace la ciudad?