Espacio político: rave y cuerpo
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17 octubre, 2014
por Carlos Lanuza | Twitter: carlos_lanuza_
¿Qué es viajar, y para qué sirve viajar? Cualquier ocaso es el ocaso; no es menester ir a verlo a Constantinopla. ¿La sensación de liberación que nace de los viajes? Puedo sentirla saliendo de Lisboa hacia Benfica, y sentirla más intensamente que quien va de Lisboa a la China, porque si la liberación no está en mi, no está, para mí, en ninguna parte”
Fernando Pessoa
The eye has to travel es el título en inglés del documental que narra la vida de uno de los personajes más influyentes en el mundo de la moda, Diana Vreeland, editora de Harper’s Bazaar y Vogue. El título en español del mismo documental, La mirada educada, resulta muy acertado y nos invita a reflexionar.
Vreeland, una amante de todas las expresiones artísticas y con una energía incombustible fue capaz de revolucionar el mundo editorial de la moda, y con ello, la moda misma. Este documental, nos presenta una mujer extremadamente sensible que rompió con lo establecido al replantearse la manera cómo se hacían las cosas, y que impuso un mundo creado por ella misma y moldeado según sus propias experiencias y creencias vitales. En 90 minutos encontramos múltiples enseñanzas y reflexiones, pero una de las más entrañables, extrapolables al mundo de la arquitectura, es la del viaje.
Curiosamente Vreeland comparte con Mies van der Rohe y Le Corbusier la falta de una formación académica: “el mundo fue mi escuela” reflexiona en el documental. Sin embargo, hoy en día el viaje se ha visto banalizado por la colección de “experiencias” y el consumo de cultura. Impresiona ver en el MoMA de Nueva York, o en cualquier otro museo, ingentes cantidades de turistas tomando fotos a los cuadros y a sus respectivas descripciones sin siquiera pararse a admirar el propio cuadro. Resulta paradójico que guarden “memorias” de las obras de arte para poder publicarlas en las redes sociales y así poder hacer un check de aquellas vivencias que todos debemos tener antes de morir.
Visitar la Sagrada Familia, check. Que en realidad se convierte al final en tomarse una foto en las manzanas perimetrales del templo, colgarla y recibir likes y retweets de nuestros conocidos. A propósito de la Sagrada Familia, y de Barcelona, el año pasado se viralizó un documental —Bye bye Barcelona— en el que se plasma la opinión de los vecinos de la ciudad. Barrio a barrio se enumeran aquellos problemas que trae consigo el turismo de masas —como la gentrificación y la privatización del espacio público— y que dificultan la vivencia de la ciudad, tanto para sus ciudadanos, como para los mismos turistas. Pasa en Barcelona, París, Roma, Nueva York y más ciudades, que se suman a la lista, y la arquitectura forma parte de este espectáculo. Se hace arquitectura para “posicionar” ciudades en el mapa, para deslumbrar y sorprender, aunque la sorpresa sólo dure cinco minutos.
Helio Piñón, catedrático de Proyectos de la Escuela Técnica Superior de Arquitectura de Barcelona, nos contaba en sus clases que cuando conoció al arquitecto argentino Mario Roberto Álvarez le preguntaba cómo proyectaban arquitectura moderna sin salir de Argentina los arquitectos de su época, y aún así producían arquitectura de gran calidad. Mario contestaba que ellos viajaban a través de las revistas, del detalle dibujado y la foto bien tomada, enmarcada y que explicaba el proyecto de manera clara y concisa, y a partir de esta información desarrollaban sus propios proyectos.
Todos debemos viajar, el arquitecto debe viajar, pero el viaje no debe ser solamente entendido como el desplazamiento de un lugar a otro sino como la comprensión de lo que esta delante de nuestros ojos, del afinamiento de nuestra sensibilidad para lograr captar la esencia de las cosas a partir de lo común y lo peculiar. Se puede viajar a través de las revistas y la fotografía, del cine y la literatura. Nuestra manera de percibir el mundo está cambiando, ahora cabe todo en la pantalla de nuestros teléfonos y la escala se reduce cada vez más, nuestras perspectivas del mundo caben en la palma de nuestras manos. Hace falta levantar la mirada y captar lo que está fuera de nosotros a través de nuestra reflexión. Hace falta realizar el viaje interior para poder comprender el exterior.
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