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Columnas

Teatros del mundo: los desfiles de Lagerfeld

Teatros del mundo: los desfiles de Lagerfeld

25 febrero, 2019
por Carolina Haaz

La experiencia corpórea y emocional que persigue la arquitectura no está alejada de los objetivos de una pasarela de moda: estimular al espectador a través de los cinco sentidos. Para Karl Lagerfeld (Hamburgo, 1933 – París, 2019) ésta fue una de sus áreas de trabajo más deslumbrantes. Conceptualmente, el káiser ideó algunos de los desfiles más impactantes a nivel cultural. Repasamos algunos de los casos más interesantes.

Arranquemos por el final. Para la presentación de alta costura de 2019, Chanel recreó una villa francesa del siglo XVIII. Al interior del Grand Palais de París, lugar de todas sus pasarelas ready-to-wear y de alta costura desde 2005, fue recreado un vasto jardín mediterráneo con árboles del sur de Francia. La alberca central que fue fabricada para el evento, con vista a las escalinatas de una ficticia mansión al fondo, recuerda a algunas vistas del hotel europeo de El año pasado en Marienbad (1961), largometraje en el que, por cierto, Coco Chanel se hizo cargo de toda la vestimenta de la protagonista. Acaso la similitud es sólo un espejismo mental, pues la inspiración de Lagerfeld se sitúa en el arte de la jardinería del siglo XVIII; es por eso que de los atuendos, esas arquitecturas en movimiento, brotan bouquets de flores en colores pastel. 

Será en mayo del año en curso cuando podamos ver el último desfile concebido por Lagerfeld, del que se ha revelado un esbozo de la apariencia que tendrá: una enorme estructura en forma de la clásica chaqueta en tweed de la marca será el centro por el que desfilarán las modelos, seguramente con una serie de referencias nostálgicas tras el fallecimiento del diseñador. Pero la última pasarela a la que atendió el hombre que parecía vivir en el siglo XVIII fue la primavera de 2019 ready-to-wear. Para este evento, el Palacio se convirtió en una playa simulada por donde las modelos caminaron con zapatos en mano. Entre éste y el anterior espacio mencionado, el punto en común está en la artificialidad de un cielo raso pintado a mano, que recuerda a la ciudad-mundo falso en el que vivía Truman Burbank, en The Truman Show (1998). 

 

Para el diseñador de cabellos empolvados, la pasarela era el lugar para recrear el gran teatro del mundo. Especialista en apuntar antes que muchos hacia las imágenes más poderosas del presente, hay que decir que su trabajo se distinguía por su tono acrítico y elitista. Véase la ficción de una protesta que presentó para la primavera de 2015, donde difuminó los interiores del Grand Palais para convertirlo en una amplia avenida parisina, repleta de cuerpos en movimiento y pancartas en mano, como las que uno podría ver en las imágenes históricas de las protestas estudiantiles del ’68. En este caso, las modelos cargaban letreros con frases como: “Haz moda, no guerra”, “Mujeres primero”, “Feminista pero femenina” o hasta “Sé tu propio estilista”. Frívolo y escandaloso, marcó pauta dentro de la industria para lo que sería un estallido de tendencias inspiradas en el movimiento feminista. 

En 2015, mientras Europa lidiaba con la incertidumbre de sobre el futuro de Grecia, París (sí) era una fiesta. Durante la semana de alta costura, Chanel lo hizo de nuevo, edificando un casino dentro del Grand Palais. Con más de 30 máquinas traga-monedas (cada una personalizada para la marca), mesas de blackjack y dos ruletas. Porque el casino nunca pierde, Chanel siempre gana. ¿Quiénes jugaban? Isabelle Huppert, Geraldine Chaplin, Kristen Stewart y otras actrices y embajadoras de la firma fueron parte del performance, mientras las modelos les rodeaban en círculos. Sin duda, una puesta en escena que llevó a la mesa de apuestas la metáfora sobre el riesgo de la partida que dejaba ver la crisis de la deuda soberana en Grecia. “Un cínico casino”, escribió entonces Tim Blanks para su reseña en Vogue. 

Pocas veces el duque detrás de las gafas se animó a orquestar una pasarela austera, en términos formales. Pero lo hizo con la alta costura de 2006, cuando instaló una escalera caracol por la que descendieron lentamente las portadoras de la colección, para dar una última caminata sobre una plataforma circular. Entonces era mejor no decir mucho, era mejor un descanso visual en blancos y negros, luego de sucesos devastadores como el Huracán Katrina o los bombardeos suicidas en Londres. Chanel entraba al 2006 con un respiro minimalista que, también desde las prendas, Lagerfeld expresó a través de contrastes blancos y negros sobre líneas curvas. 

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