Espacio político: rave y cuerpo
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30 octubre, 2014
por Carlos Lanuza | Twitter: carlos_lanuza_
La modernidad es sinónimo de crítica y se identifica con el cambio; no es la afirmación de un principio atemporal, sino el despliegue de la razón crítica que sin cesar se interroga, se examina y se destruye para renacer de nuevo. No nos rige el principio de identidad ni sus enormes y monótonas tautologías, sino la alteridad y la contradicción, la crítica en sus vertiginosas manifestaciones. En el pasado, la crítica tenía por objeto llegar a la verdad; en la edad moderna, la verdad es crítica. El principio que funda a nuestro tiempo no es una verdad eterna, sino la verdad del cambio.”
Octavio Paz.
Según Octavio Paz, el principio rector de la modernidad es la crítica a sí misma como motor de cambio. Esto implica, por ejemplo, que como autores de estos cambios somos capaces de abstraernos de nosotros mismos para, desde la distancia, ser capaces de medirnos y valorarnos, y a partir de ahí generar un juicio crítico que motive una transformación. La modernidad se ha convertido, probablemente, en una nueva concepción de nuestra percepción del tiempo como medida de cambio. Si estamos de acuerdo con la caracterización que hace Paz sobre la modernidad, podemos decir que uno de los críticos más modernos que ha tenido la arquitectura moderna ha sido Jacques Tati.
En Mon Oncle hacemos un viaje constante entre dos mundos completamente antagónicos a través de diversos vehículos. Desde Sant Maur, suburbio parisino de mercado en la plaza, vecinos, música y bares, a Créteil, la nueva parte de la ciudad con sus edificios multifamiliares en predios desiertos en la distancia y zonas residenciales de casas aisladas y grises. Es en esta última parte de la ciudad donde vive Gérard Arpel, el sobrino de Monsieur Hulot, vínculo entre dos mundos y personaje inocente que nos describe de manera tácita el mundo de su tío.
Monsieur Hulot no entiende esta arquitectura nueva, hija del artificio, poblada de sonidos metálicos, plásticos y carente de vida, a pesar de ser una casa “muy práctica, todo comunicado”. La obsesión de la madre por la limpieza es un claro reflejo de un ascetismo que raya en lo ridículo, en contraste con el barrio desordenado y siempre sucio, con la arquitectura de recorridos imposibles del edificio donde vive el tío, capaz de provocar el canto de los pájaros al abrir una ventana, idealizando un modo de vida que para muchos era ya obsoleto.
Ambos edificios, la casa Arpel y la casa de Monsieur Hulot, fueron diseñados por Tati y su amigo Jacques Lagrange, los mismos que escribieron el guión en el que ambas arquitecturas establecen un diálogo con los protagonistas. Mon oncle, resulta una sátira de una vida embelesada por el artificio que pudo haber significado la modernidad en su época. Es la mirada inocente, no del sobrino, sino del tío que no logra entender esa nueva manera de vivir, donde el pavimento le impide saludar al visitante o la cocina dificulta el desarrollo de tareas básicas, eso sí, siempre con el máximo “refinamiento estético”.
Es una crítica feroz y a la vez divertida de una sociedad completamente snob, absorbida por el disparate de lo nuevo, cuyo máximo valor es la contemporaneidad en la que se vive. En este largometraje la vida en la calle también toma protagonismo, insinuado por los paseos en bicicleta de Monsieur Hulot, y en contraste con la vida doméstica moderna que lejos de hacerse en el espacio público, se desarrolla entre los muros definidos por ese cubo moderno que encierra una sociedad que no lo entiende.
Tati se consagró en 1958 con esta película, ganadora del Oscar a mejor película extranjera y del premio especial del jurado en el Festival de Cannes ese mismo año, reconocido por la crítica especializada en cine y despreciado por los arquitectos de la época que se vieron ridiculizados por su obra. Pero Tati , crítico de lo que pasaba en la arquitectura, en realidad fue un gran moderno en el cine: modificó el lenguaje cinematográfico de la época al emplear nuevas técnicas narrativas. La misma película se volvía crítica de las demás al anular, prácticamente, el papel de los diálogos y asignarle gran importancia a los sonidos cotidianos, mostrando diferentes profundidades a nivel espacial a través de los mismos y creando una cadencia a través del ritmo generado por las voces, los pasos y por supuesto la música.
Resulta paradójico que Tati criticaba un nuevo lenguaje utilizado en la arquitectura haciendo uso de un nuevo lenguaje en su cine. La modernidad caracterizada por Tati es sin duda aquella que Le Corbusier desarrolló en sus villas y su urbanismo de tabula rasa. En una entrevista de 1958, aparecida en Cahiers du Cinema, Tati declaró que desaprobaba la “insipidez y uniformidad de las nuevas ciudades” así como la demolición de los barrios viejos. En ese mismo año empezaba el desarrollo de La Défense, el nuevo distrito financiero de París que se inspiraba en los postulados de la Carta de Atenas escrita en el IV Congreso Internacional de Arquitectura Moderna (CIAM) en 1933. Este nuevo desarrollo se iniciaría con la construcción de la torre ESSO, que serviría de modelo para los edificios construidos en los escenarios de Tativille, el set donde se rodaría Playtime, una de sus últimas películas y que lleva al extremo esa crítica de la ciudad moderna.
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