Teodoro en el trópico
En el trópico el concreto envejece de manera diferente: los bordes y aristas adquieren un tono verde, que después oscurece [...]
2 marzo, 2020
por Hans Kabsch Vela | Twitter: hanskabsch
El chelista, hace una pausa, ante el intenso calor toma un trago de agua, afina su instrumento al tiempo que explica, en un español matizado suavemente por su acento portugués el significado del segundo movimiento de la suite para cello BWV 1007, a su alrededor, un público de aproximadamente noventa personas: niños, ferrocarrileros jubilados, migrantes centroamericanos que acampan en un parque cercano, locatarios del mercado, añejos descendientes de migrantes chinos y alemanes, todos reunidos en lo que fue la sala de espera de una antigua estación del tren perdida en el trópico chiapaneco.
Que ironía, y pensar que hace solo unos meses este lugar estaba lleno de mierda y basura.
La Estación de Ferrocarril de Tapachula fueinaugurada a principios del siglo XX. La primera descripción del lugar data de 1913, hecha por el escritor y aventurero británico Hugh Pollard.
La estación se compone de un edificio de ladrillos, un almacén, estación de telégrafos, taquilla y oficina de correos. Afuera en el camino se plantan pesados postes de enganche para los caballos, que se encuentran en el sol mientras sus amos (…) se reúnen alrededor de la estación. Hacen una pintoresca escena, los hombres con sus grandes sombreros de paja, fumando cigarrillos hechos a mano, mientras que las mujeres charlan y compran fruta, huevos y tortillas.[1]
En el periodo posterior a la revolución, el modesto edificio, se fue ampliando con andenes techados con losa de concreto en cantiliver y una sala de espera con amplios portones, se agregó un cuerpo central de dos niveles, entre la sala de espera y las oficinas de telégrafo y correo, que albergaba en planta baja la taquilla y en el primer nivel un departamento para maquinistas, la fachada, estaba decorada con molduras escalonadas de influencia art deco que se complementaba con vanos verticales, largos y estrechos, entre pilastras adosadas.
Estación Cultural Tapachula, fachada norte en la actualidad, fotografía: Beatriz López Salinas.
A finales de los años setenta la apariencia ecléctica del edificio se modificó: las molduras, pilastras y remates escalonados desaparecieron, no obstante, los elementos estructurales y la distribución espacial continuaron sin cambios.
En octubre de 2005, con el paso del Huracán Stan, el sistema ferroviario de la Costa de Chiapas, administrado por la concesionaria Chiapas Mayab, colapsó en varios tramos. Esto hizo imposible el paso del tren. Ante la magnitud del desastre se impuso el pragmatismo: no era redituable reconstruir, así, el ferrocarril de la costa cayó lentamente en el olvido. Como última decisión desafortunada, se concedió autorización al municipio de Tapachula para convertir el área alrededor de la estación en depósito temporal de basura a cielo abierto.
Este lugar fue durante mucho tiempo la puerta de entrada a México, para unos, la última frontera para buscar fortuna, para otros, el doloroso final del camino, mutilados en cuerpo y alma por La Bestia, nombre que los migrantes centroamericanos dieron al tren fronterizo.
En diciembre de 2018, el tiradero de basura se había extendido a los interiores de la antigua estación, todas las puertas y ventanas de herrería habían desaparecido, al igual que la tubería hidráulica y sanitaria de hierro colado. Incluso el poliducto, cableado, contactos, interruptores y lámparas habían sido literalmente arrancados de los muros. Algunos vanos habían sido toscamente tapiados con escombro, para poder almacenar mas basura, y los alrededores se habían convertido en punto de encuentro de las pandillas de la Mara Salvatrucha y vendedores de estupefacientes. Por las noches los andenes se convertían en dormitorio y letrina para personas sin techo y en condición de indigencia.
Chiapas Mayab hacía tiempo se había disuelto, ante este panorama, el gobierno federal se había limitado a liquidar uno a uno los restos del antiguo paso del ferrocarril por Tapachula, esto implicaba desmantelar todo vestigio incluyendo maquinaria y equiporezagado, rieles y por supuesto el edificio de la Antigua Estación de Ferrocarril.
Ante el inminente peligro de perder este inmueble para la memoria se decidió pasar a la acción. Como primer paso: rescatar los restos de la antigua estación de su destino como tiradero de basura, esto se hizo a través de una convocatoria a través de la red social Facebook, con una fotografía del estado de la estación y la leyenda: Acción ciudadana para el rescate de la Estación de trenes de Tapachula.
Por medio de esa primera publicación se fueron hilvanando apoyos y encontrando acuerdos, de las redes sociales se pasó a mesas de trabajo presenciales, se convino una fecha: el 18 de diciembre de 2018, para concentrar esfuerzos y retirar toda la basura del lugar, la convocatoria también estuvo acompañada de un intenso cabildeo ante colegios de profesionistas, asociaciones civiles y funcionarios municipales.
Es lamentable que el tercer edificio en importancia histórica de la ciudad, esté convertido en un tiradero de basura —fue una frase que se utilizó constantemente tanto en redes sociales como en los foros abiertos de cabildeo y dio pie a una intensa discusión:
—Es tarea del gobierno rescatarlo.
—No hay planes de rescate, no hay tiempo, los ciudadanos somos la única alternativa, debemos pasar de la expectación pasiva a la acción.
—Pero el edificio es propiedad federal, no podemos entrar así como así.
—El edificio es tierra de nadie, podemos usar el vacío legal imperante a nuestro favor.
El 18 de diciembre con la colaboración de más de cien personas, comenzó la labor de limpieza del edificio, a lo largo de tres días se removieron cerca de veinticuatro toneladas de basura.
Como si de una batalla de guerrilla urbana se tratara, las ruinas cambiaban de bando entre un día y otro, cada nivel se disputaba a golpe de pala, rastrillo o machete.
En algunas ocasiones hubo necesidad de negociación, con personas sin hogar, migrantes y pepenadores que habían tomado el edificio como vivienda. Se marcaron límites y acuerdos inciertos. Ante el ambiente de alegalidad, se decidió respetar la condición de vivienda temporal de algunas personas.
Ante la incertidumbre: ninguna autoridad intervino, nadie reclamó el inmueble como propiedad gubernamental, no hubo oficios ni amenaza de desalojo, se continuó con la limpieza y desinfección, poco a poco algunos muros se resanaron y fueron pintados, al término del tercer día hubo un pequeño acto cultural: una intervención de poesía, teatro y trova.
Ese día nació la iniciativa: Estación Cultural Tapachula.
Vista de la sala de espera recuperada y el mural La Bestia. Fotografía Hans Kabsch, 2019
En los últimos meses y con la ayuda de muchas personas, se sucedieron en el lugar más de sesenta eventos culturales: teatro, danza, música de diversos géneros y artes plásticas, participando artistas de Guatemala, Brasil, Argentina, Ecuador, Inglaterra y Australia. Después de reestablecer la electricidad en algunos espacios se han proyectado alrededor de treinta películas repartidas en ciclos mensuales y funciones extraordinarias, se formalizaron alianzas con más de treinta organizaciones no gubernamentales, se llevaron a cabo campañas de reforestación y se elaboraron huertos urbanos en los patios y en el antiguo lecho de las vías del tren.
Estación Cultural Tapachula podría resumirse en una iniciativa de gestión cultural replicable que toma como modelo el rescate, conservación, rehabilitación y activación de la antigua estación de ferrocarriles de Tapachula, permitiendo redescubrir el valor histórico y simbólico del inmueble, al tiempo que se adapta poco a poco como equipamiento cultural y detona procesos de mejora urbana de su entorno inmediato a través de actividades recreativas que incentivan la cohesión de tejido social. Al incentivar la participación, se intenta cambiar las condiciones adversas que pueden existir en el sitio de la intervención.
Para el financiamiento de la iniciativa, se buscaron sinergias con la sociedad civil y los sectores público y privado, adecuando sistemas de recompensas para los donativos, fomentando la organización comunitaria, con bases sólidas y procesos de auto mejora.
Festival de Reggae, la Estación Cultural Tapachula, fotografía: Ruth Morales Perez, 2019
El colectivo de personas que lo conforma y gestiona, es un reflejo de la iniciativa: con diferencia de edades, de intereses y de objetivos, lo hace plural y exige mecanismos de toma de decisiones horizontales, que son constantemente puestos a prueba, alrededor de este núcleo de personas se agrupa otro más numeroso de colaboradores y voluntarios, dispuestos a estirar las posibilidades: ¿Hasta dónde las personas pueden lograr cosas por su comunidad, organizándose y siendo sostenibles sin apoyo gubernamental directo?
La duda es reto.
1.-Hugh B.C. Pollard, A busy time in México; an unconventional record of Mexican incident, Duffield and Company New York,1913, pp.54,55
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