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Sueño de invierno: pasaje al interior de uno mismo

Sueño de invierno: pasaje al interior de uno mismo

5 diciembre, 2014
por Arquine

por Pablo Martínez-Zárate | Instagram @pablosforo

Los paisajes de la conciencia persiguen topografías elásticas, polimorfas, terrenos cuya configuración es tan caprichosa como la naturaleza misma. ¿Qué es la conciencia? ¿Cómo llegar a explorar tales parajes laberínticos? Ejemplos sobran de narrativas que buscan sumergirse en las entrañas de la conciencia. Unos más crípticos que otros en su forma o en sus signos, deshebran los tiempos a los que está sometido el espíritu humano, siempre en batalla constante con los otros rostros y sitios de contacto con el mundo que se desdobla más allá de la cárcel inescapable de nuestro cuerpo.

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Nuri Bilge Ceylan lo ha hecho con cuidado artístico y vocación humana en su última película. Sitúa a un actor retirado en el centro de la estepa y Anatolia central tiñe el alma de nuestro personaje de una paleta que va del ocre al gris al blanco, casi como una alegoría de la transición por la que pasa el protagonista. Bilge Ceylan no recurre exclusivamente al color y a composiciones rigurosas, sino también aborda el tema con personajes representativos del conflicto a explorar y más todavía (notable en un mundo como el nuestro que huye de las profundidades a las que sólo la palabra puede llevarnos), lo hace por medio de diálogos de carácter por demás honesto, palabras que someten nuestro juicio a consideraciones cuya vigencia trasciende la geografía milenaria de Asia Menor.

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Una familia morosa, una hermana incidiosa, una mujer confundida, una comunidad marginada, el turista siempre pasajero y un mesianismo desproporcionado son algunos de los fantasmas que rodean al tribulado Aydin, protagonista en este clavado al manantial de las relaciones humanas. Una búsqueda ética que termina con la llegada al mismo lugar: metáfora inquebrantable del retorno sobre sí mismo que define toda odisea hacia la conciencia, cuyas arquitecturas y planos de viaje son siempre relativos al ojo que mira y al corazón que siente.

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Sueño de invierno, ganadora de la Palma de Oro en Cannes 2014, es una película imprescindible para quienes todavía gozan de superar la reflexión cosmética que inclusive las películas “independientes” nos venden hoy como viajes más allá del tiempo y del espacio. En otras palabras, el verdadero viaje en el tiempo consiste en sumergirnos en las profundidades del alma humana. La última cinta del turco Bilge Ceylan confirma lo que en otro momento hombres como Tarkovski y Bela Tarr nos han transmitido: es posible, a través del arte y en concreto del cine, construir arquitecturas que nos guíen en la exploración de nuestra propia conciencia. Para ello, afortunadamente, no hay efectos especiales ni millonadas que alcancen. Sólo la palabra y la voz humana, la mirada y lo sentidos que inventan la belleza, el horror, la injusticia, la frustración, la falsa moral del poder y del privilegio, y la inexorable cadena de la naturaleza sobre la tecnología y la ambición humana.