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Suburbia

Suburbia

7 diciembre, 2015
por Alejandro Hernández Gálvez | Twitter: otrootroblog | Instagram: otrootroblog

Noam Chomsky nació en Filadelfia el 7 de diciembre de 1928. Estudió lingüística en la Universidad de Pensilvania a donde, tras pasar por las de Harvard, Chicago y Yale, regresó para recibir su doctorado en 1955, con su tesis sobre la gramática transformativa. En los años sesenta Peter Eisenman tomó algunas ideas del trabajo de Chomsky, como la relación entre la estructura profunda —aquella que establece la lógica según la cual una oración tiene sentido— y la superficial —la manera o, más bien, una de las maneras como es dicha—, para sus propias investigaciones en la arquitectura. Pero según escribe Graham Cairns en una entrevista que le hizo a Chomsky en el 2003, titulada Hidden Power and Built Form: The Politics Behind Architecture, éste, “más conocido por y controvertido por su crítica y activismo políticos,” no había discutido mucho sobre el entorno construido. Cairns primero cuestiona a Chomsky acerca de “la lógica detrás de la fortificación de la frontera” entre México y los Estados Unidos y “la forma física que ha adquirido en años recientes.” Para Chomsky la fortificación de la frontera no es un hecho aislado sino que tiene una larga historia derivada de las políticas de expansión del territorio de las colonias británicas originales tras su independencia. Esa posición se encuentra incluso en “escritores progresistas como Walt Whitman y Ralph Waldo Emerson.” Whitman, por ejemplo, publicó el 11 de mayo de 1846 en el Brooklyn Eagle un texto justificando la guerra contra México y, más aun, su anexión. En un texto posterior, del 6 de junio de 1846, escribe de California y Santa Fe: “¿cuánto tiempo tendrá que pasar antes de que brillen como dos nuevas estrellas en nuestro poderoso firmamento? El México ocupado, como dice Chomsky que se debería llamar al sur y al oeste de los Estados Unidos, se separa mediante una “frontera impuesta artificialmente por poderes externos, sin relación a los intereses y preocupaciones de los habitantes de la región.” De esa historia expansionista deriva la construcción, física e ideológica, de una “arquitectura claramente política, construida para mandar un mensaje tanto al público mexicano como, más importante, al de los Estados Unidos.”

De la frontera, Cairns pasa a hablar con Chomsky de otro tema también concerniente a la geografía californiana: el suburbio:

La construcción social y física de los suburbios americanos fue realmente compleja. Es un sistema muy elaborado y claramente un proyecto masivo de ingeniería social que transformó enormemente a la sociedad americana. Entre paréntesis, no tengo objeciones personales contra los suburbios: vivo en uno, pero la suburbanización es una cuestión distinta. Empieza en los años cuarenta literalmente como una conspiración, una conspiración que terminó en la corte.

Para Chomsky, a quienes muchos señalan su tendencia a ver conspiraciones por todas partes, señala que fueron compañías como General Motors, Standard Oil y Firestone, las que estuvieron en el origen de los suburbios, al oponerse —lo que es un hecho histórico— a la creación de un sistema eficiente de transporte público en algunas partes de California con el objetivo de incrementar las ganancias de sus negocios. Crains contrasta esta visión de Chomsky con la de Reyner Banham en su libro Los Angeles, the Architecture of Four Ecologies. Para Banham la ecología del suburbio no se origina en el innegable privilegio del automóvil y la carencia de transporte público eficiente en Los Angeles, sino que tiene su raíz histórica justo en eso que Chomsky señala que fue sustituido cuando ese territorio fue anexado por los Estados Unidos: la distribución geográfica de los ranchos españoles y mexicanos. “La gran escala del sistema de ranchos” —dice Banham— determinó el “patrón de posesión de la tierra que todavía hoy da título a prácticamente cada pedazo de tierra en el Gran Los Angeles.” La lectura que hace Chomsky del suburbio es más política. A la conspiración de las petroleras y las compañías productoras de automóviles, se sumó en la posguerra una lógica militar que suponía que la dispersión era un mecanismo de defensa contra ataques enemigos más eficiente que la concentración —algo que dejó claro Norbert Wiener, el inventor de la cibernética. “Pese a que hay aspectos atractivos en la vida suburbana,” dice Chomsky, “resulta en una sociedad y una infraestructura física que son inviables.” La última frase de Chomsky en la entrevista es clara: “no es realmente un problema de arquitectura en principio, es una cuestión de política y, por supuesto, de economía.”

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