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Columnas

Sonido opaco

Sonido opaco

20 mayo, 2013
por Andrea Griborio | Twitter: andrea_griborio | Instagram: andremonida

Si los silencios no hablaran, nadie podría decir lo que callan las palabras

José Bergamín

Invocar sonidos o silencios es común en el arte contemporáneo. En su libro Silencios Elocuentes, Carlos Martí Arís afirma que “sólo en contadas ocasiones el silencio pasa a ser el territorio germinal del arte, como manantial oculto del cual pueden brotar, las aguas del sentido”. El libro nos acerca al trabajo de cinco artistas que han hecho del silencio el ingrediente sustancial de su obra, al rechazar el arte como histérica agresión a los sentidos y reafirmar el arte como contemplación. Desde esa misma perspectiva de rechazo y afirmación Eduardo Castillo nos invita a escuchar –a leer y tocar– “Sonidos Opacos”, a través de una pieza robusta de madera que ocupa, explora e invade el pequeño gran espacio conformado por LIGA. “Propongo ocupar una sala en opacidad, a medio camino entre guarida y remanso para las hordas”; una pieza silenciosa que entra en dialogo con el espacio y lo cuestiona, una estructura de madera de 2.26 metros de alto que entiende que la sala ya contiene un lugar íntimo y permeable y que delega a la densidad de la masa, la desmesura que alcanza como esencia.

La revisión de la obra de Castillo nos sitúa ante una serie de pequeños cuerpos caracterizados por el rigor de la construcción y cargados de lenguaje contemporáneo, su formación como carpintero le ha servido para concebir el oficio desde la disciplina, desde la construcción a través de ensambles, uniones y esqueletos que se instalan en un paisaje cultural donde la arquitectura es un medio intelectual. El parco discurso de Castillo contrasta con la elocuencia de su obra, su resistencia a ser encasillado dentro del grupo de los mediáticos personajes que se constituyen como referencia de la arquitectura chilena contrasta con el trabajo que desarrolla de cerca con sus mentores –Smiljan Radic, Cecilia Puga y Germán del Sol– en proyectos de gran escala como barrios cívicos, teatros, o el pasado concurso internacional para el Museo de Ciencias Naturales de Guadalajara. En Chile, la dimensión territorial es una constante, la presencia contundente del paisaje trasciende el significado de mera extensión de tierra, para convertirlo en la fuerza intelectual de todo lo que en el opera, Castillo rechaza la idea de entender la arquitectura como mero objeto de ocupación de un lugar, se instala en el territorio a partir de entender y seleccionar el alrededor cultural para pensar y generar la infraestructura. De la misma manera surge la materia en la sala de LIGA al contradecir la naturaleza interior de la sala para rebasarla con un objeto de exterior, con un proyecto que demuestra el rigor y disciplina de su autor, su relación cotidiana entre aprendizaje y enseñanza, escala y territorio, tecnología y construcción; su habilidad para convertir una cosa en otra, una sala en paisaje, una caja hueca en piedra maciza, un silencio en sonidos que encuentran elocuencia desde la opacidad.

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© Ramiro Chaves | Cortesía de LIGA

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