El amor es un acto de resistencia
Si no nos arriesgamos a sentir, a proyectar, a imaginar algo tan abrasador, tan loco y tan lejano nos estamos [...]
10 julio, 2015
por Mónica Arellano | Twitter: prxcaffeinating
¿Cómo pudimos sorber el mar? ¿Quién nos dio la esponja para borrar todo el horizonte? ¿Qué hicimos cuando soltamos esta tierra de su sol? ¿Hacia dónde se mueve ahora? ¿Hacia dónde nos movemos nosotros? ¿Nos alejamos de todos los soles? ¿Nos caemos incesantemente? ¿Y hacia atrás, hacia un lado, hacia adelante, hacia todos los lados? ¿Acaso existe todavía un arriba y un abajo? ¿No vamos como a través de una nada infinita? ¿No nos empaña el espacio vacío? ¿No se hace más frío? ‒F. Nietzsche.
Hace unas semanas me encontraba entre la audiencia de una conferencia de planificación urbana en la que se debatía sobre los nuevos métodos e ideas para anestesiar el problema de la densidad de las ciudades y todo giraba en torno a la moda de densificación urbana, que se colocaba en el objetivo número uno. Es un fácil constatarnos de que este fenómeno urbano se empieza a desbordar en las ciudades, se tira una casa, se levantan 10 niveles de departamentos con barandales de cristal y muros blancos. Nos encontramos inmersos en una sociedad pretenciosamente pragmática a cargo de los desarrolladores, el verdadero problema es que hay diversas propuestas para elevar la ciudad, pero hay muy pocos estudios de opinión pública. Uno de ellos, realizado entre los meses de octubre y noviembre del 2014 en 600 viviendas -el cual tomaba en cuenta la zona periférica y céntrica-, habla sin tapujos de una ruptura en la comunicación entre ciudadanos y desarrolladores. Nos encontramos con que el puente que comunica a las autoridades con los ciudadanos es un diálogo que cojea y carece de realismo, de honestidad y fundamentos, el concepto de densificación urbana es un concepto resbaloso y poco entendido.
Se habla de densificación urbana pero ¿qué queremos o a qué nos referimos con esto?
Los datos arrojan que si bien este término se vende entre anuncios prometedores, los habitantes lo relacionan en su mayoría con una sensación de pérdida de privacidad, gentrificación, precios elevados y, como ya se sabe, los métodos de construcción son de un costo mayor; contrariamente a la opinión de los expertos en materia cuya opinión se centra en la eficacia pero, ¿la calidad del suelo en México es la adecuada para llevar a cabo este tipo de desarrollos? Y, más allá de esto, no se puede ocultar la carencia de análisis sobre la capacidad de carga urbana, ¿cómo lograr densificar si se carece de este instrumento?
La densificación genera impactos distintos dependiendo del espacio físico, social y económico en que se aplica, lo que funciona en una ciudad no necesariamente tendrá el mismo efecto en otra, por eso tan importante que las estrategias de densificación obedezcan a las prioridades, necesidades y realidades específicas de su contexto específico.
Lo mismo cuando hablamos de transparencia en los planes de desarrollo. No es que se tenga que hacer la voluntad de la sociedad sin más, sino que el diálogo debería de abrir puertas para un acuerdo de interés público. La participación pública es la clave para la densificación urbana se vuelva una estrategia exitosa para lograr las ciudades sustentables, productivas y justas que queremos. Resulta necesario aclarar el término y sus implicaciones ante el público, enfatizando los posibles beneficios que representa no sólo para el individuo sino también para toda la ciudad, la región y el país.
La arquitectura es primordialmente un arte social, no debería de ser impositiva. Cuando uno proyecta tiene que colocarse en un espacio, pero dada la naturaleza del mercado hoy en día, es fácil constatarnos que los arquitectos han perdido el control en cuanto a la toma de decisiones en el desarrollo de las ciudades. Sabemos que el comercio siempre ha sido fundamental dentro de las actividades humanas, sin embargo, la participación del arquitecto se ha visto gravemente limitada y, aunque esto no es un síntoma de derrota, sí es de ruptura en el ámbito de la profesión.
La situación actual de la economía política, el mercado, la mafia de los desarrolladores y la globalización retazan la ciudad, las miradas se dispersan, ¿hacia dónde habría que redirigir los esfuerzos y qué podemos ofrecer los arquitectos ante las exigencias de la sociedad actual? No es que no se deba hacer dinero y vivir bien pero, ¿cómo permanecer a flote sin perder nuestros principios y nuestros compromisos con la sociedad y el medio ambiente?, ¿nuestro camino es por convicciones o por arrastre?
¿Qué significa esta esterilización? La profesión del arquitecto está cargada de nostalgia porque ya no incluye las condiciones actuales, porque ya no puede hablar de ellas, ¿cómo se acepta este fracaso?, ¿cómo se digiere?, ¿cómo se encuentra una salida?
Ese golpe profundo que recibimos día a día cuando despertamos y nos parimos es, sin lugar a dudas, el empuje más importante que moldea, integra, desintegra y fragmenta a la sociedad, una sociedad que demanda, camina y retumba en ecos.
Muchos no saben qué es lo que ha ocurrido; ni siquiera pueden dar alguna respuesta a estos interrogantes; sin embargo, se apresuran a ir donde se encuentra la mayoría (…) Se cree que el movimiento de unos contagia a los otros, pero no se trata sólo de eso, es necesario algo más: tienen una dirección. Antes de que ellos hayan encontrado palabras para expresarlo, esta dirección se alcanza y pasa a convertirse en el espacio más denso [das shwärzeste], el lugar donde se congrega la mayor cantidad de gente.1
1 Sloterdijk, Peter. El desprecio de las masas. España, 2002 (pp.13)
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