Serie Juárez (I): inmovilidad integrada
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24 agosto, 2017
por Pablo Emilio Aguilar Reyes | Twitter: pabloemilio
La imagen superior es un dibujo de Charles-Edouard Jeanneret, el joven que posteriormente sería Le Corbusier; pionero de la arquitectura moderna, de los lentes negros de pasta gruesa y de las plantas libres. Al terminar la escuela en su pueblo originario, un maestro suyo lo convenció de viajar a distintas partes de Europa con el fin de ampliar su visión y conocimientos sobre el mundo. El dibujo consiste en un apunte hecho en uno de sus viajes, en este caso al norte de Italia. Aquellos viajes de Le Corbusier son una muestra de las ultimas instancias de lo que se conoció desde el siglo XVII hasta el XIX como el Grand Tour.
La tradición aristocrática del Grand Tour consistía en viajar. Los jóvenes de la nobleza y de familias pudientes del norte de Europa y posteriormente de Norte América emprendían rumbo a Francia, Italia, Grecia, Alemania y demás durante varios meses o años, con un itinerario establecido cuyo propósito era ir en busca de las raíces de la cultura occidental. Dicha practica – característicamente burguesa y símbolo de estatus social – tenia otros propósitos: era un rito de paso hacia la madurez adulta y una oportunidad para ampliar el espectro cultural de los viajeros así como una para triscar con la alta sociedad de diversos lugares. Una parada en alguna de las ruinas del Imperio Romano, así como el estudio cauteloso de la arquitectura neoclásica, renacentista y medieval – como se puede ver en el dibujo del joven Le Corbusier – eran practicas comunes en la costumbre romántica del Grand Tour; imprescindible para la formación arquitectónica o artística de aquel entonces. Los individuos que emprendían en dicho viaje gozaban de adiestramiento en las artes liberales y de la oportunidad de adquirir libros, obras de arte, artefactos culturales, instrumentos científicos y conocimiento no disponibles en su país de origen.
Esta tradición ilustrada se dejo de practicar como tal al surgir el turismo moderno pero, ¿realmente ha desaparecido? A pesar de que ya no existe dicha práctica de manera institucional, su esencia se mantiene de alguna forma, al menos en lo que le compete a las universidades que forman jóvenes arquitectos. Los programas de movilidad estudiantil, los intercambios académicos, y los servicios de becas o study abroad llenan de una manera u otra los huecos que solía ocupar el Grand Tour. El objetivo es el mismo, aprender y conocer sobre cosas de las que uno no puede en su lugar de origen, y también ¿por qué no? pasearse, turistear. Para cualquiera adentrado en la arquitectura o en cualquier otra forma de expresión cultural, el acto de viajar es un ejercicio activo.
A pesar de que el llamado Grand Tour en este sentido sigue vigente por la inquietud de conocer distintos lugares, las condiciones sociales que le dieron origen han ya expirado. Es decir, la función que cumplía el Grand Tour entre los siglos XVII y XIX es hoy obsoleta si la juzgamos bajo los mismos estándares. La globalización, las economías neoliberales, el internet y los mercados de información son la circunstancia actual. Ya no es necesario viajar como lo fue antes, pues con una conexión de banda ancha está disponible toda la información de la red; y con un mercado globalizado la tendencia es que en una esquina del mundo tanto como en la otra se consuma el mismo tipo de comida rápida, de moda, de dispositivos digitales, de entretenimiento, de referente culturales, etc. De la misma forma, los países mantienen fuertes contrastes económicos uno frente a otro y el panorama global económico, político y sociocultural es uno de desigualdades.
¿Por qué viajar? Ante esta situación de globalización – en su mayoría precaria – ¿cuál es el papel del estudiante de intercambio académico, del viajero en el Grand Tour? La condición actual exige una respuesta a estas preguntas mientras se viaja ¿Cuál será la función actual de este sistema, en el cual viajan estudiantes de todos los países a todo el mundo? Hoy pasa también lo contrario, una especie de anti-Grand Tour: los jóvenes de Europa viajan a países de Asia, África y Sudamérica, no para encontrar las raíces de la cultura occidental, sino para examinar de cerca sus resultados.
Lo ideal ante dicho contexto internacional podría ser, tal vez, lo que intentó hacer Le Corbusier. Es decir, desde la practica individual, subvertir esta condición en la medida de lo mayor posible. Le Corbusier es un buen ejemplo, pues en sus viajes comenzó su creciente interés por la arquitectura con la cual posteriormente propuso soluciones a los problemas de su época, que aunque son criticadas, tal vez hubieran sido inconcebibles sin aquel previo Grand Tour. Habría que romper con esquemas preestablecidos de viajar, para imaginar y vivir otras formas de viaje que sean vigentes hoy, otros destinos y otros fines. Esto tal vez implique experimentar, pulir, y reinventar la identidad individual para por fin hacer aquello sin lo cual el Grand Tour estaría incompleto: regresar.
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