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Columnas

Sistema y método —o la manera del perro

Sistema y método —o la manera del perro

18 mayo, 2015
por Alejandro Hernández Gálvez | Twitter: otrootroblog | Instagram: otrootroblog

En septiembre de 1940, Pierre Pagès, antiguo gobernador de la Cochinchina, fue nombrado prefecto de la ciudad de Argel. Robert Fishman cuenta que en el archivo de Le Corbusier existe el borrador de una carta del 18 de mayo de 1942, probablemente jamás enviada, en el que el arquitecto se queja de que el alcalde de Argel lo había acusado ante Pagès de comunista y había exigido su arresto.

Fishman escribe que Le Corbusier había vuelto a Argel en abril de 1942 para intentar por última vez convencer a las autoridades locales sobre su plan para la ciudad: “les ofrezco mi ayuda: lo menos que pueden pensar de ello es que representa el resultado de ideas valerosas, de la tenacidad y de una confianza imbatible en las posibilidades de nuestra época.” Antes de ese viaje, Le Corbusier había invertido varios meses en antesalas y presentaciones tratando de convencer a las más altas autoridades del gobierno de Vichy que le confiaran el control absoluto de los planes urbanos en aquella ciudad del norte de África. Fishman dice que el 14 de julio de 1941 —día que no se festejaba en Vichy—, Le Corbusier recibió una notificación oficial de que el ministro no veía ninguna posibilidad de trabajar con él. Le Corbusier hizo lo posible por obtener una cita con el Mariscal Pétain, Jefe de Estado del régimen colaboracionista. No tuvo éxito.

Le-Corbusier

 

En Alger, con las autoridades locales, Le Corbusier no tuvo mejor suerte. Según Fishman uno de los problemas que veían en su plan era la intención de preservar la Casba de Argel, que ellos preferían remplazar con vivienda para europeos. Quizá Le Corbusier pensaba que obtendría apoyo de Pagès, quien entendía que la falta de fusión entre las dos comunidades, los franceses y los argelinos, tendría consecuencias negativas a la larga. Ni el apoyo de Pagès al plan de Le Corbusier ni la fusión entre las dos comunidades ocurrieron. “Le Corbusier regresó a Vichy —agrega Fishman— el 22 de mayo y el 12 de junio el consejo comunal de Argel rechazó por unanimidad sus planes.”

Fishman dice que “Le Corbusier se decepcionó profundamente por su experiencia de Vichy, pero jamás lo perturbó en demasía. Un régimen más había probado su incapacidad al rechazarlo a él y a sus planes.” Pero Le Corbusier jamás entendió “el significado del episodio” ni la liga “entre sus planes y la naturaleza autoritaria del régimen.” Aunque no fue ni un fascista ni un colaborador —según afirma Fishman— “puso su talento a la disposición de un régimen que era ambas cosas y no se opuso más que cuando éste no lo apoyó.”

No es extraño que los arquitectos ofrezcan sus servicios al régimen de turno cerrando los ojos a cualquier cuestionamiento ideológico cuando las cosas no han llegado aun demasiado lejos. Gropius, por ejemplo, presentó un proyecto para el gobierno Nazi en 1933, pero es cierto que en ese momento pocos anticipaban con claridad la naturaleza de aquél régimen. Gropius dejaría Alemania en 1934. En el 42, cuando Le Corbusier intentaba convencer a un gobierno francés sometido a las fuerzas de ocupación alemanas, las cosas eran distintas.

Walter Gropius nació en Berlín el 18 de mayo de 1883. En 1915 se casó con Alma, viuda de Gustav Mahler, quien murió el día que Gropius cumplió 28 años. Cuatro años después fundaría la Bauhaus. Según Giulio Carlo Argan, Le Corbusier y Gropius son los líderes de la renovación de la arquitectura europea: “uno y otro lucharon por una reforma en el sentido racionalista y sus propuestas tienen varias tesis en común; pero se trata de dos racionalismos de sentidos contrarios, que conducen a soluciones opuestas a los mismos problemas. Le Corbusier asume la racionalidad como un sistema y traza grandes planes, que deberían eliminar cualquier problema; Gropius asume la racionalidad como un método que permite localizar y resolver los problemas que la realidad va presentando continuamente.” Gropius, dice Argan, transforma su teoría en una didáctica y su lógica en una técnica. Quizás en esa diferencia, más allá del oportunismo y del compromiso débil de los arquitectos con la política, se pueda encontrar una explicación parcial de la actitud de Le Corbusier: el hombre del sistema requiere un aparato tan fuerte y sólido como sus propias ideas para llevarlas a cabo.

P.S. El 13 de marzo del 2001, Joseph Cuomo entrevistó al escritor alemán W.G.Sebald —que nació el día que Gropius cumplía 61 años y dos años después de que Le Corbusier redactara el borrador de la carta que no le envió a Pagès. Al preguntarle sobre su manera de escribir, Sebald respondió: “nunca me ha gustado hacer las cosas sistemáticamente. Siempre lo hago al azar. Y entre más trabajo más pienso que sólo así se pueden encontrar cosas, del mismo modo que un perro corre por el campo. Si observas a un perro siguiendo los consejos de su nariz, atraviesa un terreno de un modo totalmente imprevisible. Pero invariablemente encuentra lo que busca. Creo que, como siempre he tenido perros, aprendí de ellos a hacerlo así.”

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