Gobierno situado: habitar
Un gobierno situado, un gobierno en el que quienes gobiernan se sitúan, que abierta y explícitamente declaran su posición y [...]
1 agosto, 2014
por Alejandro Hernández Gálvez | Twitter: otrootroblog | Instagram: otrootroblog
Hace unos días el Gobierno de ciudad de México anunció algo que calificar como idea o proyecto sería ya exagerado: la intención, digamos, de construir un viaducto elevado que, además del tren suburbano entre Toluca y el Distrito Federal, incluiría, en un tercer nivel, carriles para autos. La idea no sólo parecía absurda sino que las imágenes que la ilustraban revelaban la poca seriedad con la que el gobierno capitalino se aventura a hacer una propuesta de ese calibre. No tardaron las críticas. Antonio Martínez habló de los tres pisos de desigualdad, Roberto Remes escribió sobre cuán rápido Mancera traicionó la supuesta prioridad del peatón de su recién promulgada ley de movilidad, Rodrigo Díaz calificó la idea como de una ciudad retro y de crimen de lesa urbanidad, Salvador Herrera sobre el tercer round entre la ciudad y sus gobernantes empeñados en construir vitalidades elevadas, José Merino analizó la economía política del concreto, y antes Carlos Elizondo había escrito sobre la poca crítica y resistencia ciudadana a este tipo de ocurrencias.
Supongo que en el gobierno de Mancera esto que piensan algunos ciudadanos del D.F. los tiene sin cuidado. Debe ser una de las razones de su estrepitosa caída de popularidad: según la última encuesta del periódico Reforma, tras haber ganado las elecciones por un porcentaje mayor al 60 por ciento —no por méritos propios sino por la historia reciente de la ciudad—, Mancera ha logrado darle la vuelta y hoy el rechazo a su gobierno ha llegado, también, al 60 por ciento. Pero tal vez para tratar de calmar la crítica, Edgar Amador, secretario de Finanzas del DF, realizo sobre el viaducto anunciado declaraciones que aun no se si califican como cínicas, realistas o idiotas —o todas las anteriores: “si no es negocio no hay proyecto”. Y agregó: “que se haga o no se haga va a depender [de] si es rentable en términos financieros, eso no lo sabemos y lo sabrá el concesionario que esté de acuerdo con hacerlo. Para tranquilidad de todos, no implica recursos presupuestales.” La única condición para construir el viaducto Santa Fe, según el secretario de Finanzas del gobierno de Mancera, es que sea negocio para el inversionista. Nunca se mencionó si se pensó en la ciudad, en los barrios que atravesaría y en los posibles beneficios, si los tuviera, para todos. No. Si no es negocio no hay proyecto.
La frase, además, parece ser el resumen perfecto de la estrategia que ha asumido el gobierno de Miguel Angel Mancera en la ciudad de México. Sean las Zodes o la rehabilitación de una calle en Polanco —¡para hacerla como la 5ª Avenida!—, las nuevas normas 30 y 31 propuestas y aun, afortunadamente, detenidas, o esta ridícula idea del viaducto Santa Fe: si no es negocio no hay proyecto. Y el negocio que tienen en mente no es en beneficio de la ciudad, de todos, sino la ganancia de unos cuantos. Una forma de actuar que sorprendería en un gobierno de izquierda —si eso fuera el de Mancera, pero sabemos que heredó una etiqueta que parece nunca le ha convencido. Quizás el negocio sea lo único que le quede —y no es poca cosa— a quien, como escribió Genaro Lozano, parece estar preparándole el camino de vuelta al PRI. Mal negocio para todos en la ciudad, buen negocio para Mancera y compañía.
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