30 diciembre, 2011
por Arquine
El color no es la esencia de mi arquitectura, es una herramienta que uso a mi manera; la esencia de mi obra está en los espacios, son las proporciones, esa es la parte fundamental y más difícil de la arquitectura porque sabes si lo lograste hasta que ves la obra terminada
En 1999, el arquitecto Ricardo Legorreta recibió la Medalla de Oro de la Unión Internacional de Arquitectos (UIA) y un año después la prestigiosa Medalla de Oro del Instituto Americano de Arquitectos (AIA). Fue el primer mexicano en obtener el prestigiado Premium Imperiale 2011 que otorga la Asociación de Arte de Japón, y en septiembre de este mismo año fue reconocido como Doctor Honoris Causa por la Universidad Nacional Autónoma de México. Ricardo Legorreta falleció la mañana del 30 de diciembre de 2011 a los 80 años de edad.
Después de Barragán, Legorreta es el máximo exportador de arquitectura “mexicana”. Con su primera obra en Estados Unidos, en 1985, dio a conocer la arquitectura mexicana contemporánea por medio de aplanados, muros ciegos y color. Legorreta se recibió de arquitecto por la Universidad Nacional Autónoma de México en 1952 y su obra se ha desarrollado a partir de la comprensión de valores de la arquitectura tradicional mexicana. Después de trabajar con José Villagrán, a principios de los años sesenta, fundó Legorreta Arquitectos.
Logró traducir las influencias de José Villagrán, Mathias Goeritz y, sobre todo, Barragán, en lo que Kenneth Frampton denominó regionalismo crítico, en su caso expresado en el rescate de tipologías y elementos coloniales y populares, que destacan por el uso intensivo del color. Si bien su obra más notable son los hoteles Camino Real de la ciudad de México (1968) y de Ixtapa (1981), su etapa más prolífica se centra en los primeros años noventa: el Museo MARCO en Monterrey (1991), el Museo del Niño en la ciudad de México (1993), la Biblioteca Central de Monterrey (1994), la Biblioteca Central de San Antonio, Texas (1995) y, sobre todo, el Centro Nacional de las Artes (1994) en la ciudad de México, son parte de su titánica producción en un periodo en el que consiguió fundir su escenográfica arquitectura con la grandeur neocapitalista.
El Centro Nacional de las Artes fue el resultado de un concurso restringido para aglutinar en un único campus las distintas escuelas dispersas por la ciudad. El plan maestro de Legorreta fue el ganador, en el que proyectó además dos de los edificios principales. A diferencia de los gloriosos antecedentes de la Ciudad Universitaria y del Instituto Politécnico Nacional, donde se privilegiaban el vacío y las áreas abiertas, en el Centro Nacional de las Artes se apostó por edificios icónicos, encadenando siete obras de autor, entre las que destacan el cilindro y el prisma de la torre de administración, proyectadas por Legorreta.