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27 enero, 2014
por Pedro Hernández Martínez | Twitter: laperiferia | Instagram: laperiferia
Restaurar un edificio no es mantenerlo, repararlo o rehacerlo, es restituirlo a un estado completo que quizás no haya existido nunca”
Viollet-le-Duc
Rem Koolhaas apuntaba en Cronocaos -su participación en la Bienal de Venecia de 2010- con ideas especulativas y contradictorias, que no necesariamente incompatibles, que la preservación –en combinación con la destrucción– sería uno de los temas más necesarios a tratar en el futuro. Partía en su discusión desde las miradas análogas y contrapuestas de John Ruskin y Eugène Viollet-le-Duc. Dos figuras que representaron – y aún representan– dos formas de hacer en la arquitectura frente al pasado. Ruskin decía que la restauración de un edificio, a fin de devolverle el esplendor perdido, “es imposible, tan imposible como resucitar a los muertos”. Frente a eso, la postura de Viollet-le-Duc –que hoy cumpliría 200 años y cuyo aniversario ha sido recordado por Google en su Doodle– estaba influenciada por la Revolución Francesa y el romanticismo, que habían generado un interés sobre la noción de historia y patrimonio, en especial sobre la actuación hacia los edificios góticos y monumentos medievales.
Interés que llevó a que el país galo creara instituciones y leyes para la conservación y restauración del patrimonio edificado como El Conseil des Bâtiments Civils, que supervisaba edificios de valor histórico como Notre Dame, que, pese a no servir como lugar de culto en ese momento, era considerado un importante bien cultural del patrimonio francés. Es en ese contexto donde Viollet-le-Duc desarrollará su trabajo y expondrá sus teorías siendo el primero en realizar una compilación sobre cómo restaurar los monumentos. Su Dictionnaire raisonné de l’architecture française, expuso y asentó criterios de restauración que servirían de base para otros países con acciones orientadas hacia una unidad de estilo y que buscaba una obra de arte autentica que no recuperara el original sino que expusiera como debería haber sido incluso aunque no hubiera “existido nunca”.
Viollet-le-Duc ofrecía unas cuestiones que estaban más cerca de lo estético que de aspectos que rigen ahora muchas de las acciones y actuaciones sobre la edificación, más regidas por aspectos económicos, y que atienden a criterios como el programa o el uso pero que demuestran la vigencia de las mismas. De hecho, hace poco más de una semana, Alejandro Hernández Gálvez se preguntaba en este mismo blog sobre la necesidad o no de tirar un edificio que, habiendo quedado disfuncional u obsoleto, tuviera que enfrentarse a un cambio de su programa original. ¿Puede un edificio acoger cualquier uso nuevo? se preguntaba ante la “necesidad” de eliminar la “antigua” sede del American Folk Art Museum -que en realidad contaba con tan sólo 12 años abierto- con la que los arquitectos Elizabeth Diller y Ricardo Scofidio se habían encontrado en el proyecto de ampliación del MoMA. Surgían voces críticas que discutían el poco respeto del trabajo de unos compañeros o la obediencia a intereses más económicos que artísticos. Frente a eso Alejandro apuntaba: “La idea (un nuevo proyecto) tiene su encanto: hay que construir para el momento; los usos y las funciones cambian demasiado rápido”. Pero (…) ¿no habría que diseñar edificios genéricos, simples de construir, baratos de mantener, eficientes y, sobre todo, rápidos de desmantelar? Además, ¿no es eso del cambio de uso —si le creemos, por ejemplo, a Aldo Rossi— algo de siempre en la arquitectura y no algo nuevo con lo que recién se trata?” De la misma manera, y en este mismo blog, se han expuesto ejemplos de proyectos arquitectónicos que actúan sobre preexistencias: la restauración de Rijksmuseum, la renovación del Neues Museum de David Chipperfield, o las apropiaciones y combinaciones de lenguaje de Lina Bo Bardi y Lacaton & Vassal. Al tiempo se han expuesto casos afectados por la demolición, como el mencionado Folk Art Museum o el Prentice Hall en Chicago. Ejemplos que complementan al número actual de la revista y que tiene por nombre Exceso de capacidad y que ponen de relieve como la noción sobre el monumento y el documento, la preservación, el patrimonio y el valor del mismo, es un tema que ilustra un debate que, comenzando hace más de un siglo, aún no encuentra una única resolución. Nociones y preguntas que aparecen frecuentemente no ya en los proyectos que apunten al cambio de uso, sino en todos aquellos proyectos que se tengan que enfrentar a aspectos de renovación, rehabilitación, demolición y preservación. Hoy, lo hemos visto, tirar puede ser una opción tan válida como conservar para muchos. La pregunta no sería si tirar o no, sino qué tirar y qué preservar.
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