Gobierno situado: habitar
Un gobierno situado, un gobierno en el que quienes gobiernan se sitúan, que abierta y explícitamente declaran su posición y [...]
23 enero, 2024
por Alejandro Hernández Gálvez | Twitter: otrootroblog | Instagram: otrootroblog
Llamado a todos los agentes de cambio: ¡bienvenido al reto de rediseñarlo todo!
Con este concurso global de diseño, buscamos soluciones creativas para abordar la crisis climática e impulsar la transición hacia un futuro justo y circular. Se invita a los agentes de cambio de todo el mundo a presentar ideas para rediseñar radicalmente el mundo en el que vivimos (nuestros productos, materiales, historias, sistemas, servicios y espacios) a través de una lente circular y regenerativa.Si parece que estamos pidiendo rediseñar absolutamente todo, es porque lo estamos haciendo. Con tanto en juego, nada menos servirá. ¿Puede su innovación impulsar este cambio?
Así se anuncia la convocatoria para el concurso que este año convoca What Design Can Do (WDCD) en colaboración con otras organizaciones. Fundada y dirigida por Richard van der Laken, en su propio sitio de internet WDCD se presenta como “una organización internacional que busca acelerar la transición hacia una sociedad sostenible, equitativa y justa, utilizando el poder del diseño”. La convocatoria explica:
Hoy en día, los signos del colapso climático están por todas partes. La cruda realidad de haber sufrido el año más caluroso registrado sirve como una llamada de atención, a medida que los fenómenos meteorológicos extremos, el aumento del nivel del mar y las alteraciones de los ecosistemas se vuelven más pronunciados. Las consecuencias adversas no se limitan a futuros lejanos: millones de personas ya están lidiando con los efectos inmediatos y tangibles del cambio climático, desde olas de calor extremas hasta desastres naturales devastadores. Sin embargo, los expertos dicen que todavía tenemos tiempo para actuar, una ventana de oportunidad crítica en la que debemos reducir las emisiones de carbono para evitar los peores escenarios que se vislumbran en el horizonte.
Muchos afirman que la arquitectura y otras disciplinas de diseño tienen forzosamente que abordar la realidad del mundo con optimismo. Si su objetivo es “cambiar las cosas” y “mejorarlas”, sería poco provechoso intentar hacerlo asumiendo de entrada que es una tarea imposible. Y quizá eso se pueda pensar de un zapato deportivo, un teléfono móvil, un edificio de oficinas y la ciudad entera donde este último se encuentra e, incluso, viendo hasta donde llega el horizonte, la región completa que circunda a dicha ciudad. Pero, ¿el mundo, todo entero?
Habría que poner en duda el llamar a dicha intención utópica, que el inventor del término y la idea tuvo a bien contenerse y confinarse a una isla. ¿El mundo? Sí, todo. A fin de cuentas es una ambición justa, necesaria, pues, como lo dice la convocatoria: los signos del colapso climático están por todas partes. Y acotar el colapso inminente sólo a lo climático ya resulta, quizá, optimista. Lo económico, lo social, lo político, todo: presenciamos hoy una fractura que se anuncia catastrófica en los valores mismos de la sociedad occidental —o de una docena y media de estados que impusieron, sin esperar consenso, dichos valores tanto políticos como éticos, sin que tampoco se hayan esforzado demasiado por respetarlos, especialmente en aquellas regiones donde los impusieron—. Hay que construir al menos la idea de un futuro posible ante ese colapso inminente.
Y, sin embargo, incluso si aceptamos que todo, absolutamente todo lo que fabrica, ensambla, construye, arma, o prepara el ser humano está, en cierto sentido, diseñado, ¿se puede cambiar al mundo sólo con diseño?
En 2004, hace justo 20 años, el diseñador canadiense Bruce Mau y el Institute without Boundaries presentaron una exposición y un libro grueso y bien diseñado —obviamente— con el título Massive Change. En las primeras páginas se lee:
Para la mayoría de nosotros, el diseño es invisible. Hasta que falla.
De hecho, la ambición secreta del diseño es hacerse invisible, ser tomado por la cultura, absorbido en el fondo. El más alto grado de éxito para el diseño es conseguir la ubicuidad, volverse banal.
Al final de esas páginas, en las que Massive Change se presentaba como “un ambicioso proyecto que humildemente intenta cartografiar la pasmosa complejidad de nuestro mundo cada vez más interconectado (y diseñado)”, se lee:
Massive Change no se trata del mundo del sueño, sino del diseño del mundo.
Hoy, a 20 años de su publicación, y ante la convocatoria de WDCD para un concurso que busca “rediseñarlo todo”, resulta interesante recorrer las páginas de Massive Change y algunas de las apuestas que hicieron Mau y el equipo de expertos que sirvieron como consultores: desde el Segway, como respuesta a una forma de movilidad limpia e individualizada —un vehículo que hoy parece condenado a usarse sólo para recorridos turísticos en grupos de personas con poco o ningún miedo al ridículo—, hasta un pollo desplumado genéticamente en vida, pasando por redes globales, nuevos materiales, la erradicación de la pobreza y la abolición —exagero— del copyright, entre otras ideas.
Por supuesto, no es culpa de Mau y sus asesores que el cambio masivo no se haya dado o, más bien, que se haya dado de manera contraria y, sin duda, menos buena, incluso perversa. Sí, el diseño no se ve, pero ahí está, actúa. En las imágenes que nos distraen cada día, haciendo llevadera la evidente decadencia y quiebra de lo que se supone debe importarnos: por cada guerra, dos perritos; por cada hambruna, tres atardeceres; por cada injusticia, cinco jóvenes hermosas o hermosos bailarán para nosotros, sólo para tus ojos. La inteligencia artificial, o como quieran llamarle, ya dejó sueltos a los algoritmos que saben qué es lo que más te gusta y cómo hacerte sentir bien, tras detenerte demasiado tiempo en la noticia de que parte del dispositivo en el que estás leyendo está fabricado con materiales obtenidos mediante el trabajo, forzoso y mal pagado, de menores de edad. Vengan dos atardeceres más, un perrito y un bailarín. Listo. Sonríe. El mundo no está tan mal. Todos somos felices. O, si no todos, tú lo eres. Quizá no siempre, pero, por ahora, eres feliz.
Eso, tan simple, tan embebido en nuestra cultura, tan absorbido por nuestro comportamiento, eso es lo que el diseño puede hacer. Y ya cambió al mundo.
Un gobierno situado, un gobierno en el que quienes gobiernan se sitúan, que abierta y explícitamente declaran su posición y [...]
Paulo Tavares sostiene que debemos cuestionar radicalmente una de las presuposiciones que sostienen a la arquitectura moderna: que toda arquitectura [...]