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¿Qué nos enseñó Friends y HIMYM sobre habitar la ciudad central?

¿Qué nos enseñó Friends y HIMYM sobre habitar la ciudad central?

19 septiembre, 2017
por Rosalba González Loyde | Twitter: LaManchaGris_

Hay algo presente siempre en el imaginario colectivo sobre lo mexicano, algo que se construye detrás de las mentadas de madre, de la comida, de la relación con la madre, con la abuela, la falta de autosuficiencia para cosas domésticas (especialmente de los hombres)… Es el arraigo familiar. Varios autores lo llaman dependencia. Estereotipos que se han reforzado con el cine y la televisión, e incluso con figuras de otros ámbitos como el futbol con personajes como José Villegas Tavares, “el Jamaicón”, quien dio cara a la dependencia del mexicano al tener un episodio de depresión por falta de comida de su patria -como él mismo lo declaró-, que decantó en su pésimo papel en el Mundial del 58 en Suecia o algo así cuenta la leyenda. Desde entonces la nostalgia del mexicano en el extranjero se conoce como “síndrome del Jamaicón”.

De lo anterior, con todo y su exotismo, deviene otra afirmación: los mexicanos retrasamos tanto como se puede salir de casa de los padres. En promedio un mexicano se independiza a los 28 años, mientras que en países como Suecia, Dinamarca y Finlandia el promedio de edad es entre los 19 y 21; en Francia y Alemania a los 23; y Reino Unido a los 24 años, según datos de Eurostat.

Aunque sin duda el aspecto cultural resulta ser un factor trascendental en la decisión de independizarse del núcleo familiar, existen elementos externos como el económico que pueden ser determinantes al momento de pensar en salir de casa. En este sentido el imaginario de partir del hogar familiar hasta tener un lugar seguro para vivir (el sueño de la casa propia) se ha convertido en uno de los frenos principales para salir de casa y que se resume en construcciones discursivas como “rentar es tirar tu dinero” o “mejor invierte en tu propia vivienda”.

Durante décadas la vivienda en propiedad fue uno de los elementos fundamentales en la construcción de la vida ideal, junto a la idea de formar una familia y tener un trabajo estable. Este ideal permeó incluso en clases bajas que vieron su “sueño” realizado cuando las políticas de vivienda del Estado mexicano permitieron a este sector acceder a vivienda en propiedad en la periferia de la ciudad a un menor costo; o a través de la regularización de la tierra que fue tomada durante los periodos de expansión demográfico-territorial de la zona metropolitana de la capital.

Lo anterior permitió expandir el territorio de la ciudad y mantener ciertas zonas sin densificación, es decir, mantener sectores con las mismas condiciones de habitación y que la demanda de suelo en la ciudad se satisficiera con el crecimiento en la periferia, agrandando las distancias de las zonas habitacionales con las zonas de trabajo, educación y ocio; y provocando –junto con otros factores- que el aumento del suelo en las zonas centrales de la ciudad aumentaran de precio ante la demanda de regresar a la ciudad central.

Este fenómeno del alza del precio en ciertas zonas y el del cambio de la demografía para las nuevas generaciones de las clases medias y altas (menor tasa de nupcialidad y natalidad) ha provocado que el fenómeno de vivienda en renta haya aumentado –aunque tardíamente- en la Ciudad de México, incluso con el bajo interés del Estado en fomentar esta forma de habitación. Sin embargo, las limitaciones económicas y burocráticas permiten acceder a la vivienda en renta sólo a un tipo de arrendador: el de trabajo estable, con aval y con las “credenciales” necesarias para hacerse usuario de un espacio por un tiempo determinado. La realidad está en que la demanda supera por mucho la oferta y las formas de arrendamiento actual en la ciudad no permiten captar a varios tipos de inquilinos, por lo que el propio mercado ha buscado satisfacerse a través de otras formas. Una de esas formas es el de vivienda compartida, algo que en EEUU ya habíamos visto de sobremanera a través de series como Friends o How I Meet Your Mother, donde los protagonistas habitaban con amigos, también jóvenes profesionales, mientras intentaban afianzar su vida económica y amorosa. Incluso en la escena final de la mítica serie de Friends, Chandler hace referencia al control de renta en Nueva York y lo beneficiados que estuvieron al cobijo de esa política.

https://www.youtube.com/watch?v=5JJ4ZOhB4LQ

Mientras en la Zona Metropolitana del Valle de México solamente el 20% de la población vive en alguna forma de arrendamiento, en la Unión Europa más del 30% habita en esta modalidad y este porcentaje aumenta en los países con mayor Índice de Desarrollo Humano, como Suiza (56%) o Alemania, que tiene el 48% de su población habitando en alguna forma de vivienda en renta. Esto es inversamente proporcional a la edad de emancipación de los jóvenes en cada país.

La independencia de los jóvenes del UE es posible gracias a programas de carácter público que facilitan e incentivan esta forma de ocupación, como en Francia donde los estudiantes pueden acceder a una ayuda estatal (Caisse d’Allocations Familiales) que cubre entre un tercio y un cuarto del alquiler o las políticas de topes de rentas en zonas centrales para evitar la especulación y la expulsión de habitantes en Berlín.

Según datos del Banco Interamericano de Desarrollo la vivienda en renta en América Latina presenta mejores condiciones en materia de infraestructura y materiales de construcción que la vivienda en propiedad informal e incluso de la propiedad formal para los quintiles de ingreso más bajo. Pese a lo anterior, el sistema de arrendamiento en la ciudad no ha sido un elemento a promover por parte de organismos públicos y, después de varias décadas, apenas se ve su incipiente participación en la agenda pública en programas como Arriendavit.

Es urgente reconsiderar la vivienda en renta en las políticas públicas para regular y potenciar un fenómeno que ya existe en la ciudad, especialmente en las zonas centrales y de alta demanda, pero de forma irregular. Fenómeno que, a su vez, se ve amenazado por nuevas formas de rentabilizar el subarrendamiento a través de la renta de corta estancia, como Airbnb, lo que podría desplazar a muchos de acceder a una mejor calidad de vida.

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