La Sala Beckett es un teatro, pero sobre todo es un espacio de creación y de encuentro. Nace de la necesidad de un nuevo espacio para el pequeño teatro del barrio de Gràcia, que llegó al límite de capacidad. El ayuntamiento de Barcelona cedió el edificio abandonado de una antigua cooperativa obrera para que, tras un concurso, se convirtiera en la nueva Sala Beckett. El edificio carecía de valor patrimonial y tras décadas de abandono, estaba en un notable estado de deterioro. La propuesta de Ricardo Flores y Eva Prats mantiene la estructura del edificio original, recupera el patrimonio físico y la memoria acumulada, en lugar de apostar por una nueva construcción. Como arqueólogos contemporáneos los arquitectos inventariaron todos los restos de los elementos del edificio original -puertas, ventanas, pavimentos, rejas, rosetones, plafones- y sin caer en historicismos, les dieron nuevas vidas, en una narrativa que hilvana programas, escalas y anécdotas. Dos salas de teatro, una cafetería, aulas, vestíbulo y servicios generales, conforman el programa final del destilado de ocho años de trabajo, con un proyecto que costó una cuarta parte de lo presupuestado originalmente. “En la nueva Sala Beckett -apunta Juan José Lahuerta- los residua y los detritus del edificio en ruinas que Flores & Prats encontraron quedan investidos de los valores morales que les otorga su redención a través del valor de uso, y que los convierte en lo verdadero.”La Sala Beckett es un espacio donde el objetivo no es hacer productos que funcionen, sino productos que interroguen, que creen dudas, que tengan ganas de cambiar cosas con espíritu crítico.