Es relativamente reciente que la arquitectura del Ecuador apareció en el mapa global, ya entrado el siglo XXI. Este país, uno de los más pequeños de Sudamérica, logró captar la atención con prácticas que parecían acercar la disciplina al activismo, en donde el arquitecto trabajaría con las manos (y con lo que tiene a la mano), para ofrecer soluciones y resolver problemas.
El trabajo de Natura Futura, un taller de arquitectura equatoriano, se puede leer como un estudio cartográfico de las ciudades satélites de Ecuador: un planisferio cultural de lo sensible y lo intangible, de lo necesario y lo urgente. Sus intervenciones proponen un nuevo orden urbano y rural a partir de necesidades reales; no pretende ser una visión romántica de lo vernáculo, sino que presenta arquitectura hecha con ingenio, desde la necesidad de lo natural y con esperanza en el futuro.