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Pritzker 2021: cautela ante la extrapolación de conceptos

Pritzker 2021: cautela ante la extrapolación de conceptos

23 marzo, 2021
por Carlos Ortega Arámburo

El discurso mediático de la arquitectura contemporánea pareciera desplazarse cada determinado tiempo como un movimiento de péndulo: un vaivén entre la apreciación por lo formalista y por lo ‘socialmente comprometido’. Luego de que el pasado 16 de marzo se anunciara la premiación del Pritzker a Lacaton & Vassal, es posible que la parte consumidora de noticias culturales del gremio ahora mismo se encuentre oscilando sus voluntades, nuevamente, hacia el compromiso social.

Antes de que esto ocurra y las respectivas redes de influencia comiencen a elucubrar sobre el futuro de las ciudades, conviene recordar un suceso reciente sobre el impacto de este premio.

Se trata de la hazaña lograda en 2016 por Alejandro Aravena quien, perteneciendo un año antes al jurado del Pritzker, en paralelo recibió el premio y sirvió como curador de la bienal de arquitectura de Venecia. Culminación de la popularidad que tuvo su propuesta para promover y comercializar la mitad de una casa no sólo al lumpen chileno, sino al de los países interesados en su esquema; un modelo diligentemente criticado y cuestionado por escritores como Camillo Boano. El modelo de la “half-happy architecture” dio rienda suelta a una vorágine de proyectos que pancistamente imitaron el esquema habitacional propuesto con las casas ELEMENTAL. Por una comodidad derivada de la réplica, la virtud de estos trabajos consistió, a grandes rasgos, en asignarle un nuevo empaquetado a una idea inmobiliaria que no era nueva ni resolvía mucho del rezago urbanístico encontrado en el continente americano, pero que fue del amplio agrado de la burguesía intelectual.

Con la obra de Lacaton & Vassal, por el contrario, aborda intervenciones urbanas mordientes, producto de realizar malabares entre negociaciones de presupuestos, programación arquitectónica, equipamientos de distinto índole, voluntades políticas —esto sin descuidar la ruta mediática de documentación y divulgación extendida que suele conducir al Pritzker.

Sobre el trabajo de la firma, mucho se ha hablado estos días de su mesura en la elección de materiales, en la responsabilidad monetaria de los proyectos y en su posicionamiento sensato, como el acto de desengañar al jurado del concurso para un espacio público en Burdeos, al exponerle que una nueva intervención sencillamente no era necesaria.  Además de su desinterés por la grandilocuencia formal, destaca también la aversión a la representación digital compleja, un elemento inescapable de la producción actual de cualquier firma con ambiciones similares.

Si existe una plástica para visualizar un tipo de arquitectura auténticamente sustentable, esta luce más como la sobriedad no-complaciente de Lacaton & Vassal que la de torres ridículas, pobladas innecesariamente de árboles y enredaderas que suelen acaparar atención en medios (casi siempre) no especializados.

Sin embargo, para que el pragamtismo de Lacaton & Vassal pueda relucir o ser celebrado como ha ocurrido con su reciente premiación, se requiere del polvo asentado de una serie de sucesos históricos que conviene poner en contexto. Dicho de otra manera: Lacaton & Vassal son capaces de referirse, como lo han hecho, al acto de demoler edificaciones como un acto “violento”, pues en la historia de su semántica urbana, la francesa, se han acumulado procesos dramáticos de transformación y reorganización a los que muchas ciudades del mundo son y continúan siendo ajenas. 

Salvo por un par de proyectos, el trabajo de Lacaton & Vassal es exclusivamente europeo, y de igual manera, casi exclusivamente francés. Sus proyectos insignia, como el caso del Palais de Tokyo o la Tour Bois-Le-Prêtre se sitúan en París, ciudad con una de las manchas urbanas más incansablemente trabajadas y retrabajadas, por renovarse nuevamente en un ambicioso plan maestro recién aprobado por la alcaldesa Anne Hidalgo. Como ha señalado el crítico y escritor Owen Hatherley en su columna para Tribune, una propuesta similar a la de la intervención en esta torre no sería siquiera transferible a la mentalidad de los condados ingleses. Uno pensaría erróneamente que existe una afinidad de estrategias de reapropiación de espacio entre Francia e Inglaterra, sirviendo como una especie de testimonio a la dificultad de trasladar un caso de éxito como el de la afamada intervención en el XVIIe arrondissement.

 

Sirviéndose del mismo ejemplo, un vistazo en Google Earth al emplazamiento de la Tour Bois-Le-Prêtre muestra la composición de áreas verdes y edificaciones que permite a París tener una densidad poblacional cercana a 21,000 habitantes por kilómetro cuadrado y mantener manzanas espaciadas entre las que puede prosperar una idea como la del proyecto de Lacaton & Vassal. De la misma manera en que sería impensable trasladar un proyecto habitacional como el de esta torre a lugares como Nicolás Romero, Estado de México, Rocinha en Río de Janeiro o el Campamento Manuel Bustos en Viña del Mar, se debe reconocer que incluso en las zonas con un contexto urbano o una densidad similar, operaría un factor de composición de clase que dificultaría poder replicar un ‘caso de éxito’ como este en cualquiera de las ciudades más urbanizadas de México, o de cualquier estado-nación que no comparta una acumulación de transformaciones urbanas como las de París.

Más que apelar a un llamado a lo vernáculo, o de otra fastidiosa reivindicación del regionalismo crítico, el llamado aquí se trata de comprender cómo es que procesos como la haussmannisación o la recomposición del trazo histórico desde la posguerra en París, forman un cúmulo histórico que facilitan proyectos de una complejidad gerencial y política como los de Lacaton & Vassal. En contraste, la historia urbana del continente americano, más que definirse por megaproyectos de reconstitución, está marcada por la inseguridad y la miseria, y no ha alojado trabajos como los realizados durante el Segundo Imperio, sino que continúa casi homogéneamente con gobiernos empeñados en una batalla perdida por acentuar el hacinamiento.

 

Si éstos son Pritzkers donde no se premia el formalismo, sino las tácticas y posturas con las que nuevas generaciones pueden tomar nota de estas formas de trabajo, convendría examinar a profundidad qué es lo que posibilita que existan estas formas de trabajo. El trabajo crítico no puede manufacturarse. Por el delicado entramado institucional y político que implican intervenciones como las de esta firma, sería un acto de vulgaridad política si como consecuencia de malas interpretaciones del trabajo de Lacaton & Vassal, comenzaran a aparecer propuestas de despachos que impostaran soluciones como las de la firma, obviando las negociaciones políticas y sociales que posibilitan sus formas de trabajo, y en cambio,  se disfrazaran proyectos inmobiliarios convencionales con la ‘estética jodidista’ de los arquitectos franceses. 

Aunque sería difícil cuantificar la magnitud de los desaciertos, en el corpus de arquitectura mexicana del siglo XXI sí es posible señalar suficientes proyectos que han incurrido en el error de remedar estrategias que no respondían a una necesidad formal ni realista en tal o cual sitio, sino a la suma de una asignación presupuestal y un ego disponible.

Ajeno a la estrenada visibilidad de Lacaton & Vassal, el devenir de la arquitectura de cualquier lugar estará en mejores manos cuando los actores generadores de proyectos no cometan la ingenuidad de malinterpretar soluciones ceñidas a la especificidad de un lugar, ni emulen una estética particular. Ya se ha cometido este error suficientes veces.

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