20 agosto, 2013
por Xavier Treviño | Twitter: xtrevi
De broma (espero), mis amigos me dicen que soy un cerdo capitalista porque ando últimamente muy insistente con que ponerle el precio adecuado a ciertas cosas genera mucho más bienestar social. La verdad es que no sé si sea el mejor método, pero definitivamente es el más fácil de implementar, lo cual a veces es un criterio muy importante.
El principio básico aplicable es que hay gente que está dispuesta a pagar por un bien o por un servicio, y que al no cobrarles por ello hay un costo social de oportunidad. Obviamente, a menor precio del bien/servicio, mayor demanda. Cuando el precio es cero (es decir, cuando es gratuito) hay una sobredemanda la cual solo si el beneficio social lo justifica vale la pena cubrir.
¿Pero todo tiene su precio? Suena rudo, pero sí. El asunto es que si esto acabara aquí sí sería un cerdo capitalista que propongo que solo los que puedan pagar accedan a bienes y servicios. El tema es que los beneficios por la reducción de la demanda, además de lo recaudado por ponerle precio a este bien tienen que ser socializados y dirigidos hacia los que menos tienen.
Hay demandas que no queremos reducir, como la de la salud o la educación, que tienen beneficios innegables y por lo tanto estamos dispuestos a subsidiar. Pero la progresividad de los impuestos refleja el principio de que pague más el que más dispuesto está a hacerlo (en este caso el que más tiene).
Pero también hay demandas que tienen costos sociales y ambientales, como el consumo de gasolina o el uso del coche: emisiones, obesidad, accidentes, congestión, ruido son algunas de las consecuencias ya hiperdocumentadas. Ponerle un precio que refleje los costos reales de su uso plasma las dos ventajas de las que hablé: reduce su demanda y recauda para financiar ofertas alternativas de movilidad. Pero siempre vuelve el mismo fantasma de falta de equidad.
Durante el reciente debate sobre los parquímetros en la Roma-Condesa hubo varias personas que afirmaron que el cobro de tarifa de estacionamiento era inequitativo porque bloqueaba el acceso de los “pobres” (los que no estaban dispuestos a pagar 8 pesos la hora) al estacionamiento, lo cual iba en contra de una política social adecuada, en especial en el contexto de una sociedad corrida a la izquierda como la de la Ciudad de México. Lo mismo con la propuesta enarbolada por muchos políticos de izquierda de que la gasolina debe ser barata para que los pobres sean beneficiados.
Perdón, pero socializar la congestión y la contaminación, en vez de privatizar el costo no me parece una postura de equidad o de izquierda, sobre todo porque el costo de oportunidad es tan alto. ¿Que solo los ricos usarían coche? Pues allá ellos: sistemas eficientes y de calidad de transporte público y movilidad no motorizada compensan de sobra. Digo yo.