Sobre Antonin Raymond y su paso por México
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19 junio, 2015
por Juan Manuel Heredia | Twitter: guk_camello
Hans Poelzig en 1927
Cuando en 1961 el arquitecto alemán Max Cetto dedicó su libro Arquitectura Moderna en México a la memoria de su maestro Hans Poelzig no lo hizo como un simple gesto de nostalgia sino en verdadero reconocimiento a sus enseñanzas y la pertinencia de éstas en un contexto muy distinto al alemán.[1] Generalmente catalogado como un arquitecto expresionista Poelzig era más bien un arquitecto sin más, es decir alguien con una profunda conciencia y convicción disciplinar. A diferencia de figuras como Bruno Taut, Erich Mendelsohn o Hans Scharoun -también identificados con el movimiento arquitectónico expresionista- Poelzig jamás invocó la disolución de un mundo y el advenimiento de otro. Sus intereses fueron más concretos y a la vez más enfocados en la cultura y el problema de su continuidad y transformación.[2]
Nacido en Berlín en 1869, Poelzig perteneció a una generación más vieja que la de los expresionistas, siendo un miembro destacado del grupo de arquitectos reformistas aglutinados alrededor del Deutscher Werkbund (Liga Alemana del Trabajo), mismos que acuñaron el término Sachlichkeit (“objetividad”, “realismo”, “cosidad”) para la arquitectura.[3] Sus contemporáneos fueron entre otros Peter Behrens, Theodor Fischer y Hermann Muthesius, pero inclusive a diferencia de ellos sus preocupaciones giraban más en torno al desarrollo mismo de la profesión que a la explotación de sus relaciones con el arte, la artesanía o la industria. A diferencia de Behrens –un arquitecto al que siempre se le ha comparado y contrastado- Poelzig nunca se asumió como “artista” o “diseñador”, es decir como alguien con responsabilidad autoral sobre todo tipo de objetos de uso (“de la casa a la taza” como dirían algunos) sino como un arquitecto con una idea muy clara de la naturaleza y escala de sus intervenciones.[4]
Hans Poelzig, Fábrica de productos químicos, Luban, 1911
Una de las dificultades al escribir sobre Poelzig es que su obra tuvo diversos “estilos”. Esta diversidad, sin embargo, no fue producto de un eclecticismo arbitrario a la manera de gran parte de la arquitectura del siglo XIX, sino de una búsqueda consciente del “núcleo absoluto” (Absoluten Kern) de la arquitectura. Aunque algo esotérica esta búsqueda fue compartida por muchos arquitectos de su generación y desembocaría en el trio de discursos que dominarían gran parte de la teoría arquitectónica del siglo XX: la tectónica (Tektonische), el espacio (Raum) y la función (Zweck).[5] En este sentido uno de sus primeros y más importantes textos escrito en 1906 se tituló de manera apropiada “Fermentación en la arquitectura” (Garung in der Architektur). En él Poelzig describe, en un espíritu tanto de advertencia como de expectación y optimismo, “el proceso de fermentación por el que nuestra arquitectura está pasando, cuyo final aún no podemos anticipar y cuyos resultados aún no son del todo identificables”.[6]
Como afirmaba su discípulo y biógrafo Julius Posener, la obra de Poelzig ha sido calificada como expresionista principalmente por lo “enfático” de sus formas pero raras veces con argumentos de mayor profundidad y a pesar de que su obra efectivamente transitó por ese efímero movimiento. Más importantes pero más difíciles de rastrear son sus ideas sobre la disciplina y el énfasis puesto en los aspectos de la construcción, la proporción y lo que él llamaba los “aspectos básicos de la vida diaria”. Estas ideas fueron transmitidas por él principalmente en su papel de profesor, primero en Breslavia y luego en Berlín (ciudad en donde su taller llegó a ser afamado como el más riguroso y selectivo de Alemania), para luego ser retransmitidas por sus alumnos, muchos de ellos importantes arquitectos durante la posguerra y maestros ellos mismos de nuevas generaciones.[7] La pedagogía de Poelzig, sin embargo, no constituía un mero pragmatismo sino que elevaba aquellas preocupaciones al ámbito cultural, y a la arquitectura al estatus de un “Gran Arte” (Ars Magna).
Hans Poelzig, proyecto para la Casa de la Amistad Turco-Alemana en Estambul, 1916
La integridad o continuidad de su obra puede apreciarse en proyectos tan disímiles como su propuesta para la Casa de la Amistad turco-alemana en Estambul de 1916 y su casa para el Weissenhofsiedlung de Stuttgart de 1927. El primero es un proyecto de su periodo expresionista que demuestra una gran factibilidad de ejecución y que por así decirlo aterriza la idea del Stadtkrone o “corona urbana” expresionista en un sitio histórico específico, aunque de forma bastante polémica, pero que a la distancia aparece cargado de posibilidades de apropiación y orientación. Asimismo su clara distribución interna -herencia Sachlichkeit– y su organización en terrazas, resurgirían una década después sin los recursos de la simetría y la monumentalidad, en la casa de Stuttgart. Esta casa (hoy en día lamentablemente desaparecida pero uno de los mejores edificios del conjunto al lado de los de Le Corbusier, Hans Scharoun y Josef Frank) ensaya una de las principales ideas de la arquitectura doméstica del reformismo inglés y alemán mediante el tratamiento de jardines como “habitaciones exteriores” que generan espacios productivos, de esparcimiento y recogimiento análogos a los recintos internos de la casa.
Hans Poelzig, Casa experimental en Weissenhofsiedlung, Stuttgart, 1927
Quizá el texto más importante de Poelzig sea su discurso leído en 1931 en la sede de la Liga de Arquitectos Alemanes en Berlín. Titulado Der Architekt este escrito era un diagnóstico de la profesión en esos años, y una defensa de la misma ante lo que él veía como una excesiva intrusión de discursos estéticos, tecnológicos o ideológicos en el corazón de la disciplina y que detectaba en gran parte de la arquitectura de la “nueva objetividad”.[8] A diferencia de la noción de “autonomía” popularizada por la neovanguardia italiana y estadounidense desde hace cuatro décadas, la autonomía poelzigiana no afirmaba alguna estructura sintáctica o auto-referente para la arquitectura sino que internalizaba sus obligaciones políticas y culturales al tiempo que delimitaba su campo de acción bajo la secularizante advertencia: “Dad al César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios”. Muchos de los discípulos de Poelzig asumieron esta lección, inclusive formando un bloque (Gruppe Junger Architekten o “Grupo de Arquitectos Jóvenes”) algunos de cuyos miembros denunciaban la intromisión de “disciplinas no-arquitectónicas” sobre su oficio.[9] De forma menos religiosa, Der Architekt fue ampliamente valorado por sus discípulos más importantes e influyentes. Para Ulrich Conrads se trataba de un texto “reflexivo” pero a la vez “incorruptible” y “riguroso”.[10] Para Julius Posener era “potente” e “impresionante”.[11] Para Egon Eiermann fue “lo mejor jamás dicho por alguien sobre la arquitectura o los arquitectos”.[12] Por su parte Max Cetto guardó una copia del texto hasta su llegada a México, y su libro de 1961, si se lee con el suficiente cuidado, destila aquel mensaje, y las lecciones de Poelzig en general, en un contexto arquitectónico vigoroso y de gran potencial pero a la vez extremadamente ideologizado o inclinado hacia lo “emocional”, en ambos casos evidenciando una gran desorientación (o en su defecto indiferencia) teórica.[13]
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[1] Max Cetto, Modern Architektur in Mexiko (Stuttgart: Gerd Hatje, 1961).
[2] Ver Julius Posener, Hans Poelzig: Reflections on his Life and Work (Cambridge, Mass.: MIT Press – Architectural History Foundation, 1990).
[3] Ver Stanford Anderson, “Sachlichkeit and Modernity or Realist Architecture,” en Harry Francis Mallgrave ed. Otto Wagner, Reflections on the Raiment of Modernity (Santa Monica: Getty Center, 1993), 323-360.
[4] Poelzig también fue pintor pero ésta ocupacion constituyó algo similar a lo que fue para Le Corbusier: una investigación informadora y paralela a su oficio principal.
[5] Ver Werner Oechslin, Otto Wagner, Adolf Loos, and the Road to Modern Architecture (Cambridge: Cambridge University Press, 2004), 83-111, y “The Evolutionary Way to Modern Architecture: The Paradigm of Stilhülse und Kern”, en Harry Francis Mallgrave ed. Otto Wagner, op. cit., 362-410.
[6] Hans Poelzig, “Fermentation in Architecture”, en Ulrich Conrads, ed., Programs and Manifestoes on 20th Century Architecture (MIT Press: Cambridge Mass, 1971). 14-17.
[7] Entre los discípulos de Poelzig se encuentran Rudolf Schwarz, Heinrich Lauterbach, Konrad Waschmann, Egon Eiermann, Walter Segal, Sedad Eldem, Julius Posener y por supuesto Max Cetto.
[8] Hans Poelzig “Der Architekt,” en Julius Posener ed. Hans Poelzig, Gesammelte Schriften und Werke (Berlín: Gebr. Mann, 1970), 229-246. Fragmentos en Julius Posener, Hans Poelzig: Reflections on his Life and Work op. cit., 188-196.
[9] Citado en Sonia Hildebrand, Egon Eiermann, Die Berliner Zeit. Das Architektonische Gesamtwerk bis 1945 (Braunschweig/Wisebaden: Vieweg, 1999), 25-29. Sobre el Gruppe también ver de ella: “‘I Really Don’t Know Why I Have Such a Bad Reputation,’ Egon Eiermann in Berlin – Foundations of a Postwar Career”, en Annemarie Jaeggi ed. Egon Eiermann (1904-1970) Architect and Designer. The Continuity of Modernism (Ostfildern-Ruit: Hatje Cantz, 2004), 30-39.
[10] Ulrich Conrads ed., Programs and Manifestoes op. cit., 14.
[11] Julius Posener, Hans Poelzig: Reflections on his Life and Work op. cit., 188.
[12] Citado en Immo Boyken, Egon Eiermann, German Embassy, Washington (Stuttgart; Axel Menges, 2004), 11.
[13] La copia se encuentra en el archivo de Max Cetto resguardado en el Deutsche Architektur Museum de Frankfurt.
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