1 abril, 2022
por Aranza Villalobos
Aranza Villalobos: ¿Dónde surge esta concepción de instalación efímera, de esta temporalidad y la utilización de la materialidad en la mayoría de sus proyectos y que hace característico el trabajo de Plastique Fantastique?
Marco Cavenacci: Con mi trabajo pasa algo bastante personal, porque yo viví muchos años en Berlín, en una temporada donde había un Estado que había colapsado y, en un momento dado, en la Alemania del Este habían sido los años de anarquía donde podías ocupar cualquier cosa y nunca había alguien que te dijera cuanto tiempo podías quedarte. No había alguien que te dijeran que tuvieras que desalojar. Podían pasar años. Y eso pasaba con proyectos culturales. No había muchos espacios de cultura ahí —y por cultura quiero decir simplemente algo usual de instalaciones de música, de cine, de teatro, etc. Entonces todo este sistema: aparecer-desaparecer me ha interesado mucho. Hace 16 años estaba estudiando arquitectura en Berlín y la más grande escuela ha sido esa ciudad que iba cambiando con ese sistema. Cuando acabé mi carrera alquilé con unos colegas un par de naves industriales, para prácticamente nada y ahí empezamos a hacer experimentos de burbujas llenas con aire caliente, porque todo el espacio interior era muy frio. Así se hizo un espacio multimediático al principio y un club techno al final. Estábamos ansiosos por cambiar cada semana el concepto del espacio. Eso ha sido una escuela muy importante, porque esa nave industrial había que cambiarla cada semana en algo nuevo. Fue algo nuevo como experimento inicial. Lamentablemente no hay fotos, pues entonces no conocía la importancia de documentar mi trabajo. Este es el trabajo más efímero que he hecho, porque en realidad no existe, no hay ninguna fotografía.
AV: Sólo en la memoria.
MC: Sí, es raro. Todo el trabajo posterior ha sido sacar esas burbujas el exterior, moverse de este lugar en Berlín y ver como ese espacio que se infla y desinfla en pocos minutos puede cambiar totalmente la percepción del espacio público, llevándonos a analizar de una manera distinta la ciudad, poniendo algo, una instalación por ejemplo, como si fuera un acento.
AV: Como The Ring en La Rioja.
MC: Exacto, de pronto está y luego desaparece. Para la gente que vive ahí es como: ¡mira ahí el espacio que tenemos! El mundo que tenemos puede cambiar. En segundo lugar considero que el espacio público es nuestro espacio, y eso hay que reivindicarlo. Muchas veces olvidamos que es nuestra ciudad, nuestro espacio y creemos que no tenemos el derecho de jugar con él.
AV: ¿Cómo es ese proceso de intervención del contexto en la definición del objeto o si parte del objeto cuales son las condicionantes para elegir el contexto?
MC: El contexto es importante. Cuando hacemos un proyecto normalmente vamos a visitar el lugar primero y luego hay momentos de intercambio con los curadores o con quienes nos invitan. Ves el contexto e imaginas algo, aunque la idea no sé en realidad como viene —no hay una manera, una formula.
AV: ¿Qué tan cerca estamos de que esos espacios temporales sean cotidianos en un futuro no muy lejano?
MC: Parto de la realidad que la vida es efímera, temporal, esa es la base. También mi trabajo es así. La gente que conozco son sobre todo personas que no tienen un trabajo fijo, porque son artistas. Me da angustia, porque estamos siempre en movimiento. Pasar de Roma a Berlín para estudiar ha sido una expresión de libertad. Hay cosas contradictorias, como los vuelos baratos que salen de improviso y que han empezado a cambiar nuestra relación con el espacio y el dinero. Ha habido un momento en el que lanzaban esa publicidad a los veinteañeros para irte a Madrid, a Lisboa, a Atenas, a Roma, etc. Ha sido un choque geográfico, cultural, etc. De un lado tienes problemas climáticos muy grandes, por el otro lado tienes gente que improvisa y empieza a conocerse. El mayor choque que tenemos hoy en Europa es que hay una guerra en donde la gente se ha conocido, donde la gente ha viajado. Yo tengo colegas en Rusia que habían estado en Ucrania tres meses atrás, y eso es muy fuerte. Antes había guerras y el enemigo era algo más abstracto.
AV: ¿Por qué para ti es importante marcar esta división en el espacio público y esta idea de separación? ¿Por qué hacerlo evidente? ¿Qué es para ti el límite?
MC: El límite es lo que hay que traspasar. Para traspasarlo haces un hueco. Es un juego para dejar claro que tendría que ser un juego y nada más que eso. Por eso están esos bordes, para que nosotros hagamos la acción de cruzar. El aspecto poético es trabajar con esa materialidad para dar emociones, para dejarte vivir el espacio, dejarte vivir el límite como si fuera una experiencia intima. Considero que el proyecto que más representa nuestro estudio es el que presentamos en la Bienal de Venecia en 2019: un pasillo que iba sobre el agua y cambia de dirección en el interior. Stelios Kois, curador, nos invitó a hacer esa instalación entre diferentes bricole —esas piezas de madera que hay en Venecia para delimitar por donde pasan los barcos. Esos bricole fueron hechos por un escultor que se llama Fabio Viale, y nosotros lo hemos invitado para hacer este límite a través de un pasillo, sobre el agua, donde no percibes más que el interior. Un espacio completamente opaco que juega con las luces del exterior hacia el pabellón.
AV: ¿Por qué sería importante marcar esta idea de separación?
MC: Porque es algo que nos puede suceder en cualquier momento. Estamos siempre en esa situación de perdida-balance, dónde quiero posicionarme, cuál es tu mundo preferido, dónde quieres moverte.
AV: Lo que hemos conversado surge este juego evidente de los sentidos. La parte visual que es muy delgada —la línea de separación del grosor del material. Hay varios proyectos donde utilizas el sonido, como el proyecto en el Polytech Festival en Moscú, titulado Double Heart. ¿Cómo llegas a esta demarcación de lo no visible?
MC: El sonido es desde luego una de las partes invisibles. El sonido es más transparente. Muchas veces me preguntan si soy arquitecto o artista. En realidad me importa un pepino ese tipo de definición. Estoy jugando entre las dos cosas y si puedo trabajar en performance, ser un poco coreógrafo, me interesa intentarlo. Pero el juego con el espacio es el que más me interesa. Y la percepción del espacio se define de manera distinta si incluyes otro juego como el sonido.
AV: ¿Qué me podrías contar sobre tu experiencia al colocar un objeto en la Casa del Lago, en la Ciudad de México?
MC: Ha sido una experiencia muy online, la verdad. La última vez que vine aquí hice un proyecto para una instalación para un bailarín de flamenco, Eduardo Guerrero, y lo colocamos en la Plaza Tolsá. El curador del proyecto, Mateo Feijóo, me presentó a Iliona Goyeneche y ella me contactó con la UNAM para hacer un proyecto aquí, haciendo un taller con estudiantes de la Facultad de Arquitectura y algunos profesionales que quisieran formar parte. Pero luego de la pandemia cambió todo y lo que estamos presentando ahora fue resultado de trabajar con la Universidad de Dresden. Hemos hecho este proyecto en conjunto con el departamento de Arquitectura del paisaje, que lleva Ana Viader Soler. Se ha generado algo interesante poniendo en contacto estas dos universidades.