🎄📚Las compras realizadas a partir del 19 de diciembre serán enviadas a despues de la segunda semana de enero de 2025. 🎅📖

¡Felices fiestas!

Columnas

La planeación urbana como instrumento de la supremacía blanca: la otra lección de Minneapolis

La planeación urbana como instrumento de la supremacía blanca: la otra lección de Minneapolis

13 agosto, 2020
por Julian Agyeman

 

Plano de zonificación de Minneapolis, 1973. Hennepin County Library

 

El legado del racismo estructural en Minneapolis quedó al descubierto ante el mundo en la intersección de Chicago Avenue y East 38th Street, el lugar donde el cuello de George Floyd fue clavado al suelo por la rodilla de un oficial de policía. Pero también está impreso en las calles, en los parques y vecindarios de la ciudad, resultado de la planificación urbana que utilizó la segregación como una herramienta de supremacía blanca.

Hoy en día, se considera que Minneapolis es una de las ciudades más liberales de los Estados Unidos. Pero si se rasca el barniz progresivo de la ciudad más fácil de recorrer en bici de los Estados Unidos, la ciudad con el mejor sistema de parques y la sexta más alta en calidad de vida, se encontrará lo que Kirsten Delegard, una historiadora de Minneapolis, describe como “verdades más oscuras sobre la ciudad”.

Como cofundadora del proyecto Mapping Prejudice de la Universidad de Minnesota, Delegard y sus colegas han arrojado nueva luz sobre el papel que las barreras racistas a la propiedad de vivienda han tenido en la segregación en la ciudad.

 

‘Cordón racial’

La segregación en Minneapolis, como en otras partes de los Estados Unidos, es el resultado de prácticas históricas como la emisión de convenios inmobiliarios racializados que impedían que las personas no blancas compraran u ocuparan tierra.

Estos pactos comenzaron a aparecer en las ciudades de Estados Unidos desde principios del siglo XX. Antes de su uso en Minneapolis, la ciudad estaba “más o menos integrada, con una población afroamericana pequeña pero distribuida de manera uniforme”. Pero los convenios cambiaron el paisaje urbano. La redacción racista del primer pacto racialmente restrictivo de la ciudad en 1910, afirmaba sin rodeos que los locales nombrados “en ningún momento se traspasarán, hipotecarán o arrendarán a ninguna persona o personas de sangre o ascendencia china, japonesa, morisca, turca, negra, mongol o africana.”

Como resultado, los afroamericanos, especialmente, fueron empujados a algunas áreas pequeñas de la ciudad, como el vecindario Near North, dejando gran parte de la ciudad predominantemente blanca. Algunos de los parques más deseables de la ciudad estaban rodeados por distritos residenciales blancos. El resultado fue un “cordón racial” invisible alrededor de algunos de los famosos parques y terrenos comunes de la ciudad.

 

“Diseñado, no accidental”

Como estudioso de la planificación urbana, sé que Minneapolis, lejos de ser un caso atípico en la segregación, representa la norma. En todo Estados Unidos, algunos todavía utilizan la planificación urbana como el conjunto de herramientas espaciales, que consiste en un conjunto de políticas y prácticas, para mantener la supremacía blanca. Pero los urbanistas de color, especialmente, están señalando formas de reinventar espacios urbanos inclusivos desmantelando el legado de políticas racistas de planificación, vivienda e infraestructura.

La segregación racial no fue un subproducto de la planificación urbana; en muchos casos, fue su intención: no fue “accidental, sino diseñado”, explicó Adrien Weibgen, investigador principal de políticas de la Asociación para el Desarrollo de Vecindarios y Viviendas, en un artículo del New York Daily News de 2019.

El efecto fue y sigue siendo devastador.

El Urban Institute, un grupo de expertos independiente, señaló en un informe de 2017 que los niveles más altos de segregación racial estaban relacionados con ingresos más bajos para los residentes negros, así como peores resultados educativos para los estudiantes blancos y negros. Otros estudios han encontrado que la segregación racial lleva a que los afroamericanos sean excluidos de las escuelas de alto rendimiento. En Minnesota —que se ubica como el cuarto estado más segregadola brecha entre el desempeño de los estudiantes blancos y los estudiantes de color se encuentra entre las más altas de los Estados Unidos. Asimismo, la segregación limita el acceso al transporte, el empleo y la atención médica de calidad.

 

Brechas en ingresos y riqueza

Según la Oficina del Censo de los Estados Unidos, en Minneapolis el ingreso medio de una familia negra en 2018 fue de 36,000 dólares, en comparación con casi 83,000 entre las familias blancas. Después de Milwaukee, esta es la mayor brecha en las cien áreas metropolitanas más grandes de los Estados Unidos. Reflejando la brecha en ingresos de la ciudad, hay una enorme brecha en riqueza. Minneapolis ahora tiene la tasa más baja de propiedad de vivienda entre los hogares afroamericanos de cualquier ciudad.

La segregación residencial en Minneapolis y en otros lugares sigue siendo obstinadamente alta a pesar de los más de 50 años desde que se aprobó la Fair Housing Act de 1968, que prohibió la discriminación en la venta, alquiler y financiamiento de viviendas por motivos de raza, entre otros factores. Pero si bien parte de la segregación residencial ahora se basa en los ingresos, la segregación racial en Estados Unidos está más arraigada y generalizada que la segregación económica.

 

Fuera de zonificación

La segregación racial residencial continúa existiendo debido a políticas gubernamentales específicas promulgadas a través de la planificación urbana. Una herramienta clave es la zonificación: el proceso de dividir el suelo urbano en áreas para usos específicos, como residencial o industrial. En la introducción a su libro de 2014 Zoned in the USA, la profesora de planificación urbana Sonia Hirt sostiene que la zonificación se trata del poder del gobierno para dar forma a los “ideales” imponiendo una “geografía moral” en las ciudades. En Minneapolis y en otros lugares, esto ha significado excluir a los “indeseables”, es decir, los pobres, los inmigrantes de color y los afroamericanos.

Aunque la zonificación racial explícita fue prohibida desde hace mucho tiempo en los Estados Unidos —la Suprema Corte puso fin a la práctica en 1917—, muchos gobiernos locales recurrieron en su lugar a políticas de zonificación “excluyentes”, por lo que resulta ilegal construir cualquier cosa excepto viviendas unifamiliares. Este “racismo por la puerta trasera” tuvo un efecto similar al de las exclusiones raciales absolutas: mantuvo fuera a la mayoría de las personas negras y de bajos ingresos que no podían pagar las costosas casas unifamiliares.

En Minneapolis, la zonificación unifamiliar representaba el 70% del espacio residencial, en comparación con el 15% en Nueva York. Respaldando esto, el redlining —la denegación de hipotecas y préstamos a personas de color por parte del gobierno y el sector privado— aseguró la continuidad de la segregación.

 

Planificación antirracista

Minneapolis está tratando de revertir estas políticas racistas. En 2018, se convirtió en la primera ciudad grande en votar para poner fin a la zonificación unifamiliar, lo que permite la zonificación más “intensa”: la conversión de lotes unifamiliares en dúplex y triplex más asequibles.

Esto, junto con la “zonificación inclusiva”, que requiere que los nuevos proyectos de apartamentos alberguen al menos el 10% de las unidades para hogares de ingresos bajos a moderados, es parte del Plan Minneapolis 2040. Para esa visión es fundamental el objetivo de eliminar las disparidades en la riqueza, la vivienda y las oportunidades “independientemente de la raza, etnia, género, país de origen, religión o código postal” en un plazo de 20 años.

A raíz de la muerte de George Floyd, el Ayuntamiento de Minneapolis actuó rápidamente para avanzar en los planes para desmantelar la fuerza policial de la ciudad. Desmantelar el legado de la segregación por diseño requerirá que las herramientas de planificación urbana se utilicen para encontrar soluciones después de décadas de ser parte del problema.


Artículo aparecido originalmente en inglés en The ConversationLa traducción se publica aquí con permiso de su autor.

Julian Agyeman es profesor de Políticas y planeación urbana y ambiental en la Universidad de Tufts.

ARTÍCULOS RELACIONADOS