Gobierno situado: habitar
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25 febrero, 2016
por Alejandro Hernández Gálvez | Twitter: otrootroblog | Instagram: otrootroblog
Móvil o inmóvil, todo lo que ocupa espacio pertenece al dominio de la arquitectura. Esa es la primera línea, de hecho la primera página de la Contribución a una teoría de la arquitectura, pequeño libro que reúne aforismos de Auguste Perret y que se publicó el 9 de abril de 1952 con un tiraje de 1100 ejemplares —y cincuenta extra reservados al autor. El autor, nació el 12 de febrero de 1874 en Ixelles, Bélgica, hijo de padre francés. Su padre, como su abuelo, fue cantero. Su hermano, Gustave, también fue arquitecto. Auguste estudió en la Escuela de Bellas Artes de París. Uno de sus maestros fue Julien Guadet, el autor de los Elementos y teoría de la arquitectura. En dos tomos Guadet explica desde lo que es un croquis hasta la idea del habitar, desde cómo trazar una tangente hasta qué caracteriza a un edificio religioso. Nada que ver con el ligero librito en el que Perret hace sus contribuciones.
Gustave y Auguste construyeron el edificio del número 25 bis de la calle Franklin, en el distrito 16 de París, en 1903. Polémico y revolucionario, dice Hervé Martin en su Guía de arquitectura moderna de París, el edificio está construido en concreto armado que los Perret dejaron aparente pues Auguste rechaza la simulación: “quien disimula cualquier parte de la estructura se priva del único ornamento legítimo y el más bello de la arquitectura.” Aparentemente más loosiano que Loos, Perret asegura después que “quien disimula una columna comete una falta; quien hace una columna falsa comete un crimen.” Sin embargo, pese a sus ideas sobre la apariencia y el ornamento, Perret no se sentía cercano ni a Loos ni a Le Corbusier —quien trabajó año y medio en su estudio. En una entrevista publicada el 1º de diciembre de 1923, Perret asegura que “los jóvenes arquitectos cometen, a nombre del volumen y de la superficie, las mismas faltas que se cometían en el pasado reciente a nombre de la simetría, la columnata o la arquería.” Perret insiste en que “el volumen los hipnotiza” y se contentan en “crear sus combinaciones de líneas sin preocuparse del resto.”
Le Corbusier, Mallet-Stevens y Perret
Para Perret la función era transitoria: “arquitecto, dice, es el constructor que satisface lo pasajero mediante lo permanente.” El arquitecto construye “un abrigo soberano capaz de recibir en su unidad la diversidad de los órganos necesarios para la función.” Sólo las condiciones que impone la naturaleza, agrega, son permanentes; las que impone el hombre son pasajeras: “la función, los usos, los reglamentos, la moda.” El arquitecto debe satisfacer ambas condiciones, pero sin permitir que lo pasajero se imponga sobre lo permanente. De ahí viene el famoso debate entre Le Corbusier y Perret sobre la forma de una ventana. Le Corbusier, lo sabemos, las recetaba alargadas, horizontales. Perret pensaba que el joven suizo tomaba las ventanas sólo como objeto ornamental, que las “torturaba” alargándolas innecesariamente y componiendo con ellas la fachada, sin interés por el efecto al interior: “la mitad de sus habitaciones —dice Perret— deben de carecer completamente de luz, lo que es empujar un poco demasiado lejos la voluntad de originalidad.”
Tras la Segunda Guerra, Perret se dedicó a reconstruir el centro del puerto de Le Havre, destruido por los bombardeos alemanes. Grandes volúmenes construidos con concreto armado aparente y una composición ordenada que no oculta su espíritu clásico. Por supuesto, ninguna ventana es alargada y menos horizontal. Perret se dedicó a la reconstrucción de Le Havre hasta su muerte, el 25 de febrero de 1954. En el 2005, su trabajo en ese puerto fue declarado patrimonio de la humanidad por la UNESCO. Más recientemente, como Le Corbusier, Perret no escapó a los señalamientos de haber colaborado con el gobierno de Vichy bajo la ocupación nazi. Según Jean-Louis Cohen, especialista en Le Corbusier, Perret recibió grandes encargos durante el periodo de ocupación y Paul Chemetov dijo que, aunque buena parte de los arquitectos establecidos colaboraron con Vichy, “el cinismo de concreto armado que se le reprocha a Le Corbusier le queda mejor a la constructora de los Perret durante ese periodo.”
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