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Parásitos: los de abajo y los de arriba

Parásitos: los de abajo y los de arriba

27 diciembre, 2019
por Alejandro Hernández Gálvez | Twitter: otrootroblog | Instagram: otrootroblog

Parásito, la película escrita y dirigida por Bong Joon-ho que este año ganó la Palma de oro en Cannes, cuenta la historia de dos familias, cada una compuesta por padre, madre, hija e hijo, una pobre y otra rica, pasando entre la comedia, el suspenso y el drama con fluidez insospechada. Y ese paso entre géneros y protagonistas es, también, un paseo por la ciudad y por los espacios interiores donde cada familia habita. Los pobres viven en un semisótano, húmedo y oscuro, en la parte baja de la ciudad. Los ricos en una casa de elegante diseño que enmarca con un gran ventanal un amplio jardín, la única área verde que veremos en la ciudad. Desde el inicio, cuando el hijo de la familia pobre levanta su teléfono hasta el techo de su pequeño departamento buscando una señal de wifi abierta, sin contraseña, se va perfilando la idea de que es arriba, subiendo, donde se encuentran las buenas oportunidades. La familia pobre, los Kim, terminará trabajando entera para la familia rica, los Park. Bong retrata a los pobres como hábiles y aprovechados, mientras los ricos son ingenuos e inconscientes de las maneras como abusan de los otros, los pobres, quienes sólo pueden ocupar la misma zona de la ciudad y los mismos espacios que los ricos cuando están a su servicio.

En la película, la casa de los ricos fue proyectada por un ficticio arquitecto, Namgoong Hyeonja, quien tras habitarla la vendió a los nuevos ocupantes. En realidad la casa es un escenario hecho por Lee Ha Jun, el diseñador de producción de la película, para ajustarse con precisión a los requerimientos tanto técnicos como narrativos de Bong. En una entrevista con Chris O’Flat para IndieWire, Bong explica que la casa debía diseñarse meticulosamente para que a cada personaje correspondieran los espacios que iría tomando y otros espacios secretos que se van revelando con la trama de la película. Lee agrega que además de esto debía cumplir con la necesidad de bloquear ciertas vistas en determinadas tomas —tanto por razones técnicas como por lo que se supone que los personajes pueden ver desde cada espacio—, permitir filmar con iluminación natural —por lo que tanto la casa de los ricos como el departamento de los pobres se construyeron en terrenos baldíos— y ajustarse a la proporción de los encuadres.

Pero, si bien los datos técnicos y logísticos de la producción no dejan de tener interés, lo más importante es, quizá, la manera como los espacios urbanos y domésticos se suman a la trama que la película cuenta y, en el sentido inverso, el modo en que la película revela, con tanta sutileza como precisión, cómo la construcción de las ciudades y de las viviendas depende de desigualdades sociales y económicas que al mismo tiempo refuerzan. La pequeña ventana del semisótano y su vista a un sucio callejón y el gran ventanal de la mansión enmarcando el amplio y verde jardín demuestran las diferencias entre la ciudad de arriba y la de abajo. La casa de los ricos sería un desastre —se lo dice el señor Park al señor Kim— sin la ayuda de los empleados domésticos, los de abajo, haciéndonos preguntarnos quiénes viven de quién, quiénes son los parásitos. Y lo que en la ciudad de arriba es un cambio de clima —una fuerte lluvia—, en la de abajo puede tener consecuencias catastróficas. La película de Bong muestra así cómo en nuestras sociedades —y ciudades— profundamente desiguales, los de abajo sólo pueden llegar arriba infiltrándose, trabajando para los ricos, mientras que los de arriba los verán sin verlos y admiten su compañía con reservas, mientras no rebasen ciertos límites —lo repite varias veces el señor Park— y se vuelva demasiado física —como ese olor a pobre que, en uno de los momentos climáticos de la película, termina marcando diferencias y suscitando una sorpresiva consciencia de clase. A fin de cuentas parece que, como dirá el señor Kim, los de abajo no pueden hacer planes para llegar arriba pues, como con las casas allá en las lomas, cumplirlos es un lujo para el que no les alcanza.

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