Carme Pinós. Escenarios para la vida
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1 agosto, 2014
por Pedro Hernández Martínez | Twitter: laperiferia | Instagram: laperiferia
Recordar un hecho traumático siempre resulta difícil. Pero se vuelve incluso polémico cuando aquello a lo que se quiere guardar homenaje forma parte de la memoria colectiva. ¿Qué se recuerda? ¿Qué se deja fuera? Lamentablemente son preguntas que aparecen siempre y que demuestran como se corre el riesgo de que la historia olvide o superponga determinados hechos a favor de otros.
El pasado 22 de julio se cumplían 3 años de los Atentados de Noruega de 2011. El trágico suceso acontecido en la capital, Oslo, y en la pequeña isla de Utøya, que alberga un campamento para jóvenes, marcó fuertemente a un país con una de las menores tasas de homicidios del mundo. Con todo lo dicho antes, y pese a ello, tras un acontecimiento de tal calibre para la memoria (el trauma) colectiva del país surgen siempre voces que reclaman un gesto, un monumento, que sea capaz de permitirles no olvidar, por un lado, y de servir de ejemplo a los que vengan después. Ese motivo provocó la aparición de un concurso en el que participaron artistas y arquitectos de distintas partes del mundo. Se recibieron más de 300 propuestas de los que se seleccionaron X finalistas: Jonas Dahlberg (Suecia), Jeremy Deller & Vogt Landscape Ltd (Reino Unido), Estudio SIC (España), Goksøyr & Martens and Snøhetta Architects (Noruega), Olav Christopher Jenssen and LPO architects (Noruega), Haugen/Zohar architects (Noruega), Paul Murdoch Architects (E.U.A) y NLÉ & Kunlé Adeyemi (Países Bajos/Nigeria).
El ganador del concurso fue Jonas Dahlberg que propuso una herida literal sobre la isla de Utøya. Su intención es la creación de una brecha en el paisaje, de una marca que no pueda ser olvidada, recordando ese trozo que le falta al lugar desde hace más de 3 años. Con el material excavado se construirá además la base para el monumento conmemorativo temporal que se ubicará en el barrio gubernamental de Oslo, y servirá posteriormente como base para el memorial permanente. El artista ha apuntado que “el diseño se refiere físicamente a la interrupción que se produjo en el flujo de la vida cotidiana de la sociedad noruega”, pero deja la puerta abierta a la duda sobre la validez de este gesto como única manera de mantener la memoria pues, pese a todo, “es en realidad la vida cotidiana donde se debe llevar a cabo”.
Como pequeño apunte y que pese que este concurso fue ganado por un artista, es visible en los participantes la importante presencia de arquitectos entre los finalistas seleccionados. De hecho, en los últimos años gran parte de los últimos memoriales dedicados a numerosas víctimas –el Monumento al 11M en Madrid, el Memorial a las víctimas del Holocausto en Berlín realizado por Peter Eisenman, el Memorial a las víctimas de la violencia en D.F– hayan sido realizadas por arquitectos, que han realizados, más que una pieza u objeto monumental un autentico espacio capaz de ser recorrido y experimentado, casi en la búsqueda de una especie de lugar catártico, aislado del entorno –aunque se pueda encontrar en este– que nos permita, por un momento, recordar.
No se trata de exponer aquí una crítica apuntando de si deben ser o no estos los encargados de enfrentarse a la materialización de un lugar o ‘fetiche’ para memoria -la mirada de estos vale tanto como la de cualquier otro. Más bien me gustaría cerrar por exponer si estos procesos pueden ser capaces de mantener el relato colectivo y no superponerlo y aislarlo a unos intereses particulares – del un poder determinado o del Estado, por ejemplo– frente a otros que acaben por decidir cómo, qué y dónde debemos olvidar.
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