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Columnas

¿Otro Pritzker mexicano?

¿Otro Pritzker mexicano?

27 febrero, 2018
por Juan Palomar Verea

 

De entrada, aclarar una vez más que la Escuela Tapatía de Arquitectura es la que sucedió en Guadalajara y alrededores entre 1926 y 1936, año en que su líder, Luis Barragán, tuvo que emigrar a México. (No es “estilo regional” ni ninguna otra cursilería por el estilo.) Diez años justos, con ciertos prolegómenos, ciertas derivas posteriores que llegan a nuestros días. Fue una revolución, de la que hasta ahora, emergió el arquitecto mexicano más importante de todos los tiempos: Luis Barragán. Desde Guadalajara para el mundo.

La inexistente crítica arquitectónica local (y la nacional) nunca se han dado cuenta de este fenómeno. Baste decir que la Escuela Tapatía de Arquitectura encuentra en la célebre revista Bandera de Provincias (1929-1930) una parte importante de su propia voz: la primera traducción al castellano de James Joyce por Efraín González Luna, otras de Paul Claudel por el mismo don Efra, brillantes artículos de Alfonso Gutiérrez Hermosillo o Agustín Yáñez, una colaboración de Ignacio Díaz Morales elogiando calurosamente a Le Corbusier; y sobre todo el manifiesto inaugural: “lejos del inglés y del francés, cerca del humo…” O el apoyo expreso en sus páginas del propio Luis Barragán y de Pedro Castellanos Lambley.

Otra parte de la voz y el ánima de la Escuela Tapatía –medular– fue Ferdinand Bac, sobrino nieto bastardo de Napoleón Bonaparte, francés de origen alemán, dandy extremo, esteta consumado, escritor y poeta, arquitecto, dibujante y jardinista. Luis Barragán encuentra sus libros y dibujos en París en 1925 y procede a difundirlos con gran entusiasmo entre sus amigos, realiza sus primeras obras en Guadalajara de 1926 a 1931 y en ese año al fin conoce a Bac en un pueblo cercano a París y le muestra fotografías de sus trabajos. Allí mismo, Bac lo confirma como su “ahijado” por “haber desarrollado una obra genuinamente mediterránea”. Un magisterio que a Barragán le duró de por vida. Y les duró también a los otros integrantes de la Escuela Tapatía: Pedro Castellanos, Rafael Urzúa, Ignacio Díaz Morales, Juan Palomar y Arias, Enrique González Madrid, Aurelio Aceves… Otro maestro fundamental para todos ellos fue el arquitecto Agustín Basave y del Castillo Negrete.

Curiosamente, fue Ignacio Díaz Morales, con la fundación de su Escuela de Arquitectura en 1948, quien se encargó de hacer la tabla rasa moderna y borrar pedagógicamente cualquier reconocimiento o continuidad de la Escuela Tapatía (sus egresados demolieron ellos mismos varias muestras de ella). Incluso, según afirmación de algunos de los primeros egresados, Díaz Morales no les hablaba entonces ni siquiera de Barragán. Todo era Gropius y José Villagrán.

Tuvieron que pasar dos generaciones para que algunos egresados del ITESO redescubrieran la oscurecida y maltrecha Escuela Tapatía: Carlos Petersen, Adolfo Hernández, Javier Martín Cubillo Pagaza, Hugo González, Carlos Cisneros, Juan Ignacio Castiello, Bricio Fernández, Enrique Toussaint, Emilia Orendain, Sergio Ortiz (estos últimos cuatro provenientes de la UAG) y algunos otros.

Este grupo le dio –brevemente (1980-1990), antes de abrazar las corrientes de moda, casi todos– nueva vigencia y proyección a la Escuela Tapatía de Arquitectura. Tal vez reconsideren sus mudanzas al saber que dos herederos directos de la Escuela Tapatía y de Luis Barragán son actualmente fuertes precandidatos al Premio Pritzker (conocido vulgarmente como el Nobel de la arquitectura) y otorgado en 1980 a Luis Barragán a quien Guadalajara celebró ese mismo año demoliendo una de sus obras maestras: la casa Aguilar por López Cotilla, donde ahora se encuentra un horrendo edificio del Gobierno del Estado, y hechura, precisamente, de un egresado de la Escuela de Díaz Morales.

Los candidatos en firme al Pritzker son Andrés Casillas (1934), egresado de la UdeG y del Tecnológico de Ulm, y Alberto Kalach (1960), egresado de la Ibero y de Cornell. Ambos son, cada uno a su manera, discípulos de Barragán, y herederos por tanto de la Escuela Tapatía. De ese tamaño es, hoy, la trascendencia de la Escuela Tapatía de Arquitectura y de Luis Barragán, una trascendencia universal, única en la historia de México, pésele a quien le pesare. Y pésele también a los consabidos complejitos provincianos (tapatíos y chilangos).






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