En los últimos años, Perú se ha convertido en un destino turístico de talla mundial. Su diversa gama de sorprendentes atractivos naturales y culturales, así como su condición de paraíso gastronómico que alberga una serie de restaurantes mundialmente famosos (muchos de ellos diseñados por 51-1 como Maido, Astrid&Gastón, IK o Cosme), requieren de una nueva instalación de capacitación para dicha industria en crecimiento.
La nueva Escuela de Gastronomía y Hotelería está junto a un jardín de palmeras en el extenso campus de la Universidad Católica del Perú (PCP). El edificio tenía que ser lo más compacto posible, ocupar la menor cantidad de terreno, pero también concentrar el programa para la máxima interacción entre los estudiantes. Tres pisos de altura y un sótano albergan todo el programa necesario de aulas, talleres y cámaras convenientemente abastecidos por sofisticados equipos y conductos.
El edificio se concibe como una máquina gastronómica para formar a los alumnos: todo está expuesto de forma contundente para buscar la máxima transparencia y trazabilidad. Por el solo hecho de pasar suficiente tiempo en la escuela, los estudiantes tomarán pleno conocimiento de todos los sistemas mecánicos, eléctricos y de plomería necesarios para su funcionamiento. ¿Cómo llega el agua y el gas a tu cocina? ¿Cómo llega la electricidad a la lámpara? ¿Dónde van a parar los residuos o la grasa? Incluso el proceso constructivo queda al descubierto con sólo enlucir o revestir aquellas paredes o pisos necesarios para fines sanitarios. Entonces, si una pared en el lugar estaba hecha de ladrillo, yeso o concreto moldeado, lo notarás.
Para complementar la formación técnica con conocimientos botánicos, las fachadas que miran al poniente albergan un huerto comestible vertical con numerosos maceteros que muestran a los estudiantes las diferentes especies y cómo se cultivan en realidad los alimentos, simplemente subiendo escaleras o yendo de una clase a otra. El edificio de la escuela es en sí mismo un dispositivo de aprendizaje.La imagen general del edificio de la escuela de gastronomía acaba siendo el resultado contundente de equipamientos y plantas comestibles. Una ‘máquina de cocinar’.