El proyecto del joven arquitecto inglés John Pawson –una pequeña vivienda en Londres que serviría albergar la vida del viajante durante sus descansos en la ciudad– dio pie a una reflexión necesaria para que surgieran las primeras ideas para la reforma de esta vivienda de tan solo 28 m². Una casa para un momento concreto, sin permitir una vida extensa y abundante, sino esencial en su uso. Una reforma que pretende comprender esta visión sobre la vivienda mínima.
La preexistencia se entendía como una primera naturaleza, base irregular llena de rastros y del cual el proyecto se quería aprovechar. El trabajo de vaciado ayudó a descubrir toda una serie de elementos olvidados por el tiempo: las baldosas hidráulicas típicas de las viviendas de los barrios obreros, las molduras clásicas de las puertas y ventanas y sobretodo los ya olvidados postigos, que una vez estuvieron allí.
El proyecto se construye de forma lenta, con aciertos y cambios que van surgiendo. Los hallazgos y los detalles obligan a mantener una comunicación constante con los operarios y así, soluciones.
El único muro que se construye es el del baño, una división ligada a las vueltas del techo y los límites de la carpintería, encajada y provocando la formalización rectangular de la habitación como único espacio. La cocina y el baño, igual que la terraza, se entienden como unos anexos de servicio, como si se adjuntaran de forma necesaria para poder vivir.
Los elementos móviles preexistentes, puertas y ventanas, se trabajan para generar un diálogo entre ellos. La puerta corrediza, que pasa de la cocina al baño, la puerta del lavadero y el resto de elementos se pintan de blanco en su interior, pero de color en su exterior, buscando un juego cromático en su acción y movimiento. Se construye un lenguaje íntimo.
Las antiguas divisiones quedan patentes en el suelo, como un rastro del qué había, pero también de los cambios provocados en obra, haciendo que surja un palimpsesto de plantas que dialogan con la nueva vida del piso. La composición en las paredes interiores se trabaja desde la comprensión de su totalidad. El diseño de unos nuevos postigos liga las diferentes paredes y aperturas, haciendo que aparezca una relación directa entre ellas. La partición de los postigos en dos tramos, permite dar intimidad e iluminar el espacio de forma limitada o total, para jugar también, con su expresión en interior. La dirección de los tiradores remite de forma directa a nuestra acción.
Una única pared ciega se equilibra a través de un estante continúo y a 1.52 metros de altura respecto al suelo. Situando así una cota visual que divide y organiza el espacio y que permite situar aquellos objetos que lo construyen.