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Obras

Peatonalización del Centro de Torremolinos

Peatonalización del Centro de Torremolinos

Nombre de proyecto

  • Peatonalización del Centro de Torremolinos

Arquitecto

  • SMParquitectos. Salvador Moreno de Alborán Peralta

Colaboradores

  • Ignacio Martín Marcuartu, José Carlos Carrasco Carrión y María Santana Alcántara

Superficie

  • 10.114 m2

Ubicación

  • Torremolinos, Málaga, España

Fecha

  • 2019

Fotografía

  • Nacho Villa

Torremolinos es uno de los muchos municipios turísticos saturados de nuestro litoral mediterráneo. Sin embargo los destrozos urbanísticos no han conseguido apagar del todo la atracción que aún ejerce, en la que sin duda opera el recuerdo por los lugares de un pasado que fue mítico. Los recursos tradicionales: clima, sol, playas, la planta hotelera, la proximidad al aeropuerto o la gastronomía de La Carihuela siguen intactos, pero el objetivo de volver a posicionarse de una manera ventajosa en los mercados turísticos globales pasaba por dotar de nuevas identidades a sus espacios urbanos, que habían quedado disueltos en la vulgaridad y el anonimato. Con esta intención el Ayuntamiento abordó la peatonalización de lo que podríamos llamar el “centro histórico” del núcleo – en una historia de cincuenta años- integrado por la Plaza de la Costa del Sol y la Avenida Palma de Mallorca, un espacio en el que, sobre su sordidez física, aún planea la memoria del Torremolinos desenfadado y creativo que fue oasis de libertad durante la década de los 60 en el pasado siglo.

Entendíamos que el proyecto habría de tener ese desenfado, pero al tiempo debería ser contundente como la declaración de principios que anunciara la voluntad pública de desatar un programa integral de regeneración urbana. Como tal, debería ser unitario, pero también diverso por el distinto carácter y la distinta percepción urbana de los elementos que integran el conjunto, a veces paseo, otras veces plaza y otras, encrucijada. El pavimento está compuesto por franjas modulares de granito blanco y gris oscuro, con una especie de pixelado de estas últimas tornándose blancas en los lugares de inflexión como una forma sencilla de singularizarlos como pequeños hitos o plazas. Hay una amplia franja lineal y direccional, con alineación alternada de palmeras, naranjos y magnolios, pero a sus lados se crean zonas estanciales de geometría diversa configuradas por bancos, parterres sin zócalo para plantas aromáticas y láminas de agua, todo ello entremezclado con esculturas de Elena Laverón.


Pero el elemento distintivo es una gran pérgola modular extendida por toda la Plaza concebida con el múltiple objetivo de “marcar” el territorio con su sombra, rememorar la estructura de un mercadillo clásico cuyas paredes fueran transparentes y, en una apuesta arriesgada, imponer su fuerte carácter escultórico sobre la despersonalización del entorno construido. Cada módulo, de 6x6x6 metros, consta de una cubierta de barras de aluminio desde un arco cóncavo a otro convexo de manera que, al conjuntarlas, producen en la distancia una superficie reglada con el efecto dinámico, pero sereno, de un oleaje marino. La iluminación se confía a unas luminarias LED embutidas aleatoriamente sobre las barras pero proporcionando un resplandor uniforme bajo el área cubierta. El cobijo de la pérgola genera un aire placentero que estimula el uso comunal para el que el lugar ya tenía vocación, y los ciudadanos parecen haberse apropiado rápidamente de ese espacio como “si toda la vida hubiera estado allí”, que es la forma como se legitiman las intervenciones urbanísticas.

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