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Siestario: Pabellón de Argentina en la Bienal de Venecia

Siestario: Pabellón de Argentina en la Bienal de Venecia

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  • Siestario: Pabellón de Argentina en la Bienal de Venecia

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En el contexto de la 19ª Exposición Internacional de Arquitectura de la Bienal de Venecia, Argentina presenta Siestario, una instalación que propone algo tan simple —y, al mismo tiempo, tan radical— como el descanso. Diseñado por los arquitectos rosarinos Juan Manuel Pachué y Marco Zampieron, el pabellón argentino convierte el Pabellón de las Naciones en los Giardini en un espacio colectivo para sentarse, recostarse, y quizá soñar.

Frente a la vorágine de imágenes, ideas, discursos y recorridos que usualmente componen la experiencia de la Bienal, Siestario introduce una interrupción: una invitación a detenerse. En lugar de proponer una respuesta, exhibe una actitud. El pabellón se presenta como un umbral donde el tiempo se dilata, y donde la arquitectura no se muestra, sino que se habita.

El proyecto toma como punto de partida el lema curatorial de Carlo Ratti: Intelligens. Natural. Artificial. Collective, y lo traduce a una forma de inteligencia práctica, nacida del ingenio popular. Así, los arquitectos se inspiran en la lógica de la reutilización que prolifera en el paisaje rural argentino: silobolsas transformadas en techos, piletas improvisadas, sombras móviles. El pabellón prolonga este mismo gesto, reconvirtiendo materiales en dispositivos de hospitalidad.

En lugar de exhibir objetos, Siestario habilita una experiencia. Lo que se exhibe, en última instancia, es una forma de estar juntos. Entre tejidos reciclados, superficies suaves y penumbras amables, la arquitectura actúa como un marco para la pausa compartida. No se trata de una escenografía del descanso, sino de su posibilidad concreta.

En medio del aparato monumental de la Bienal, el pabellón argentino se retira. Cede protagonismo para abrir un intersticio. Su arquitectura no se impone, sino que sugiere. Es un pabellón que no busca sorprender ni explicar, sino simplemente estar allí, disponible para quien necesite un respiro. En ese gesto mínimo —y profundamente político— se inscribe una forma posible de resistencia: la de la pausa como práctica colectiva.

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