Pórtico Palmeto es un edificio multifuncional que surge dentro de lo que fue el Palmeto (colección de palmas) del Vivero de Cholul, un pulmón verde de 2.5 hectáreas y varias décadas de antigüedad dedicado a la producción y venta de plantas tropicales, y ubicado en el corazón de la comisaría de Cholul, una comunidad de origen maya-colonial perteneciente al municipio de Mérida, al sureste de México.
El objetivo general fue desarrollar una forma de habitar en contacto con un entorno natural y social consolidado, a la vez que fuera un edificio funcional, versátil e inspirador para las actividades que se desarrollarían en él.
La actividad principal que se realiza en el complejo es la de taller/estudio de arquitectura, sin embargo, los espacios se diseñaron alejados a cualquier estereotipo relacionado a una oficina tradicional y se enfocaron a conseguir que la experiencia de trabajar en ellos sea más acogedora y doméstica, debido a la conciencia de ser un lugar en el que se pasa gran parte del día. Para los visitantes, el objetivo fue establecer una conexión sensorial con los valores del oficio arquitectónico-constructivo que promueve el taller. Como actividad secundaria, se realizan actividades de carácter socio-cultural.
El programa lo conforman una explanada multifuncional permeable, un jardín/andador peatonal como parte del plan maestro, un pórtico programado con terrazas y zonas de relajación que también conecta las áreas públicas y privadas, una sala de estar/juntas, una cocineta, un baño completo, una bodega, un área de trabajo, un patio central y una terraza abierta en azotea con dos medios baños y cuarto de máquinas.
La construcción se emplaza al fondo del terreno por consideraciones funcionales y de progresividad en plan maestro del que forma parte, y mantiene su visibilidad desde la calle como estrategia de seguridad barrial. Su volumetría se define a partir de un levantamiento de árboles existentes, así como de los sistemas pasivos que implementa –aperturas cenitales para evacuación de aire caliente, orientación en base al asoleamiento, ventilación cruzada, techos altos, etc. El pórtico cuenta con una serie de paneles desplegables de bambú producido en la zona, mismos que funcionan para controlar la insolación, el nivel de privacidad y la seguridad del edificio contra el vandalismo y los huracanes.
El sistema constructivo es el más común de la región, a base de bloques, viguetas y bovedillas de cemento. Las losas fueron coladas con concreto impermeable y están aisladas térmicamente con paneles de poliestireno. Las instalaciones hidrosanitarias separan aguas grises y negras, mismas que son tratadas por medio de una trampa de grasas y un biodigestor, respectivamente. Toda la iluminación es Led y los equipos con tecnología Inverter. Todos los espacios interiores consideran mosquiteros.
En cuanto a materialidad, los acabados arquitectónicos son aparentes, para reducir el mantenimiento. Los pisos son de concreto blanco desbastado –con juntas de ecocreto para liberar la humedad del suelo–, al igual que las placas precoladas en sitio, con las que se ensambló el mobiliario fijo. Los muros y plafones tienen un estuco bruñido que fue pigmentado con el tono de la tierra del lugar. La carpintería utilizó madera dura resistente a las termitas. La cancelería se fabricó con aluminio natural y vidrios templados.
Los colores se perciben en los umbrales de acceso a las áreas públicas y en piezas de mobiliario. Éstos se eligieron a partir de una gama extraída de la arquitectura popular del sitio, así como por su capacidad de dialogar con las tonalidades de la vegetación preexistente, que fue reforzada con especies endémicas que atraen aves silvestres, por especies aromáticas y por especies de consumo humano presentes en el “solar maya” tradicional. Asimismo, se implementaron jardines acuáticos que funcionan como controladores de mosquitos y atrayentes de fauna. Estas consideraciones suman a la gama de sensaciones intangibles que se pueden percibir en el edificio.
Su aspiración es ser un edificio sincrético, capaz de abstraer las cualidades de una herencia arquitectónica regional que va desde la coherencia de la arquitectura vernácula maya, la sobriedad y misticismo de los conventos franciscanos y la funcionalidad de las haciendas yucatecas (entre otras), para conciliar todas con las características del momento histórico en el que se sitúa.