En el caso del Palacio Pereira, se elegió una estructura isotrópica: ruidosa, porosa, lineal. Es una estructura que hace alarde de cómo se traslada la fuerza desde arriba hasta abajo. De hecho, se va deformando según los requerimientos de cada nivel. Es una especie de trama muy flexible que, mientras resuelve aspectos complejos, opera de manera muy eficiente. La estructura que se añade es la que da carácter al edificio. Esto tiene que ver con que vivimos en un país en el que las normativas nos permiten trabajar con una estructura expuesta. No estamos obligados a cubrir con múltiples capas al proyecto.
Tenemos el privilegio de poder trabajar las estructuras en un código, digamos, más modernista. La ventaja que tiene esto es que la estructura puede ser directamente partícipe de la experiencia de la arquitectura. Creemos en una arquitectura que no solamente opera en ámbitos simbólicos y, por supuesto, culturales, sino también en términos tecnológicos. La separación entre estructura y arquitectura es un dilema que no existe en nuestro trabajo. Siempre pensamos, desde el primer día del proyecto, cómo lo vamos a construir.
Pero lo que nos interesa mucho es partir desde el ambiente, no desde el sistema material. Partimos de cuál es la cualidad del espacio que queremos construir y, de esa cualidad, definimos cuál será la estructura. En el caso del Palacio Pereira teníamos que producir un diálogo entre el siglo XIX y el siglo XXI, tiempos que iban a estar colapsados en un espacio acotado y en proximidades muy críticas.
¿Cuál era la textura, cuál era el ambiente que tenía que aportar esta nueva entidad que los unía?
Una vez que el edificio se construye ya no estamos hablando de dos edificios que tienen una conversación en dos tiempos. Otro aspecto que influyó en el por qué llegamos a esta estructura tiene que ver con que ese patio tenía galería y, por lo tanto, esas fachadas no eran planos donde el sol rebotaba, sino que, al ser fachadas profundas, había un juego de sombras. El sol dibujaba líneas, dependiendo de las horas del día.
Nos interesaba mucho que el edificio nuevo pudiera recuperar aquella densidad de la fachada. En general, ése fue un poco el proceso: pensamos en una imagen, en una experiencia. A partir de esto, decidimos qué sistema material usaríamos. No hablamos de materia ni de sistemas constructivos, sino de un sistema material. Entendemos la materialidad como una articulación de todos los aspectos que tienen que ver con la parte física, háptica, de la arquitectura. Esto ha sido muy importante para nosotras, ya que tiene que ver con permitir, de manera estructural y espacial, las posibilidades de que un proyecto sea ocupado de maneras muy distintas a las que hoy imaginamos. La estructura del espacio material debe permitir esas transformaciones y esas apropiaciones futuras. Para eso, hay ciertos conceptos que nos interesan que tienen que ver con la neutralidad, con las plantas genéricas, con tratar de alejarse lo más posible de la respuesta ergonómica.