Un andamio traslúcido se arma y desarma justo en una península que mira hacia las playas de Ipanema y Copacabana. Cinco muros estructurales de 170 metros de largo y 20 de alto, con 5.40 metros entre cada uno, crean un entramado de circulaciones suspendidas sobre el contexto tropical de Río de Janeiro. La estructura contiene salas de exposición, un auditorio y áreas para actividades culturales que se insertan como contenedores en los intersticios del andamiaje.
Con materiales reutilizables, el espacio contenido —a pesar de su monumentalidad y complejidad estructural— se revela a partir de los cruces y conexiones entre los perfiles tubulares. Como una vitrina hacia ambas playas, lonas y cubiertas metálicas se entrelazan como biombos y celosías que por la noche se iluminan para formar una gran fachada tornasol.
Richard Buckminster Fuller decía que “un diseñador es la síntesis emergente de un artista, un inventor, un mecánico, un economista objetivo y un estratega de la evolución”. En buena medida, estas sinergias geométricas acumulan un potencial estructural con su geografía, en la búsqueda de un edificio en apariencia efímero y en construcción, pero con fines expositivos y culturales acordes con su contexto. Circulaciones cruzadas y espacios libres entre vanos y macizos definen la identidad de este Pabellón de Humanidades.