Recuerdo particularmente una opinión dirigida al proyecto Casa Roja, en la que se criticaba las columnas y trabes expuestas, así como la calidad “obra negra” del ladrillo artesanal y la evidencia de mano de obra medianamente calificada, “aprendan de Mario Botta” remataba a manera de reclamo uno de tantos comentaristas en Facebook, asumido como crítico de arquitectura. Su opinión me hizo pensar en otra reflexión sobre la obra de Louis Kahn, en el sentido de la diferencia de material y mano de obra entre sus obras americanas y las construidas en India, magistrales, pero diferentes. Cada obra resume de donde viene.
La arquitectura chiapaneca como toda la realizada en el resto del país y Latinoamérica, refleja la influencia de todas las ideas externas y al mismo tiempo es producto de las condiciones sociales, económicas y físicas del lugar. A pesar del poco o nulo interés que historiadores y críticos han mostrado por lo que acontece en el sur del país, esto no significa que cada movimiento o corriente arquitectónica, encuentre rápidamente una interpretación, desde el barroco, hasta el neoclásico, las corrientes nacionalistas y el movimiento moderno. Esta respuesta a los estímulos externos ha mostrado un mayor dinamismo en la segunda década del siglo XXI, con el auge de las redes sociales y el crecimiento de sitios de intercambio global de ideas, lo que permite no solo conocer lo que se hace en los grandes centros de influencia global, sino en las periferias del llamado subdesarrollo, en donde han florecido expresiones arquitectónicas que han abandonado la complejidad formal y constructiva, en beneficio de soluciones más sencillas.
La revaloración de los recursos locales, de los sistemas de ventilación pasivos, la sustitución de recubrimientos industriales y onerosos por una sinceridad material que saca ventaja de la mano de obra local y de un material tan común como el ladrillo hecho de tierra recocida y el aprovechamiento de construcciones ya existentes o de materiales reciclados, se han convertido en característica de la arquitectura chiapaneca contemporánea.
Pero lo anterior no debe entenderse solo como un producto espontaneo, también es fruto de un crecimiento en la investigación de nuevas maneras de construir, utilizando lo ya existente para crear nuevos sistemas adaptados, como el Domotej, un sistema alternativo de techumbre compuesto por piezas prefabricadas de tabique rojo recocido artesanal, junteado con mortero y reforzado con alambre. Para su elaboración los bóvedas de ladrillo no requieren mano de obra especializada, cada pieza se alinea sobre un sistema de montenes, finalmente se cuela una capa de concreto de tres centímetros con malla electrosoldada de refuerzo. Este sistema low cost fue desarrollado por un equipo conjunto de la Universidad Autónoma de Chiapas y de la Universidad de Sao Paulo en Sao Carlos, Brasil, dirigido por Gabriel Castañeda Nolasco y Francisco Vecchia, enfocado a la autoconstrucción de vivienda popular y adaptado a condiciones físicas y sociales tanto de México como Brasil.
Recientemente el trabajo del doctor Castañeda ha sido aplicado a una serie de proyectos de carácter social que involucra a la propia Universidad Autónoma de Chiapas y a organizaciones sociales. Un ejemplo es La Casa del Abuelo, proyecto que involucró a la Asociación civil Integralía Humanitaria y a un equipo de alumnos y maestros de la Universidad dirigido por los arquitectos Antonio Nivón Santiago, Manuel Antonio López Hidalgo con la asesoría de Castañeda. El proyecto, un espacio prototipo construido aplicando el sistema Domotej, muros y pisos de tabique rojo recocido de desecho, reciclado en ladrilleras de los alrededores de Tuxtla Gutiérrez, fue también un ejercicio de transferencia de conocimiento, permitiendo que los alumnos participaran en la planificación y construcción del espacio. Casa del abuelo ha recibido reconocimiento en la Bienal de Arquitectura de Quito en la categoría de Impacto social y una Mención de Honor en Premio Obras Cemex 2017.
Dos proyectos realizados en Chiapas utilizando el ladrillo rojo como material característico irrumpieron en diversas plataformas dedicadas a la difusión de arquitectura. El primero, Casa Roja, proyecto de 2014, surgió como una alternativa a la oferta de vivienda local. Construida en la ciudad de Tapachula, se basa en un catálogo sencillo de materiales: concreto, ladrillo y acero y el uso y aprovechamiento de sistemas pasivos de ventilación inspirados en la arquitectura popular chiapaneca, pero también en la lección arquitectónica moderna del desaparecido Mercado de Arriaga. El proyecto generó interés y discusión sobre el uso del ladrillo en Chiapas.
Otro proyecto residencial se convirtió en la obra más vista de ArchDaily en 2016 fue Casa Tadeo, que aprovecha un terreno de quince por siete metros, tomando como premisa la honestidad constructiva para aprovechar limitados recursos económicos. Además explora igualmente sistemas pasivos para propiciar confort en un clima cambiante, como el de la ciudad de Tuxtla Gutiérrez. El proyecto fue realizado por Apaloosa Estudio de Arquitectura, dirigido por Luis Armando Gómez Solórzano y contó con la colaboración de Daniel Terán Orozco. Apaloosa es uno de los estudios de arquitectura con mayor crecimiento en Chiapas, recientemente su proyecto Casa Gala, también tomando como discurso compositivo el ladrillo, fue finalista en Obras Cemex 2017.
La obra pública del estado, rodeada de vicios, soluciones anacrónicas y dispendio indiscriminado, no ofrece un buen panorama. Sin embargo se rescatan ejemplos de pequeña escala: la Estación Cultural de Tecpatán, Chiapas, es un espacio para el fomento cultural y artístico local. Un proyecto que combina un sensible acercamiento al lugar y sobriedad estructural. Esfuerzo de gestión con autoridades locales, iniciativa privada y organizaciones locales, fue proyectado por ODD, Oficina de Diseño y Taller Brigada de Arquitectura, un ensamble de arquitectos chiapanecos jóvenes, pero con experiencia en diversas estancias fuera de Chiapas, encabezado por Camilo Nucamendi, para este proyecto se contó con la colaboración de Rafael Pastrana.
La arquitectura contemporánea chiapaneca parte de condiciones sociales que exigen creatividad en el uso de materiales ante presupuestos limitados, transferencia de tecnología que parte de lo que se tiene al alcance, sensibilidad al entorno y máximo aprovechamiento de las condiciones físicas; nuevos e intensivos acercamientos a la lógica detrás de la tradición constructiva local y miradas que van más allá del superficial folclorismo y del homenaje formal.