La vivienda se inserta en un terreno rústico en Santa María, en el Pla de Mallorca, la zona llana en el centro de la isla, rodeada de viñedos. El programa de la casa se desarrolla en varios ejes que se articulan a lo largo de una serie de muros dispuestos en dirección Norte-Sur. El acceso se realiza atravesando una serie de pinos desde el camino hasta que se llega a la casa, que se presenta totalmente cerrada, recreando las influencias árabes locales. Una rampa curva guía hacia la entrada atravesando un jardín silvestre en paralelo a uno de los muros.
Se plantea una materialidad específica para integrar la vivienda y casi camuflarla con el paisaje local. En el interior la paleta se reduce concreto pigmentado de un color encarnado, blanco, cobre y madera natural, aportando a la vivienda una luz cálida y natural. La cocina se sitúa al Norte, independiente y a su vez conectada visualmente con el salón principal, y cuenta con su propio patio abierto a las montañas gemelas de Alaró. Este salón se sitúa en la crujía más amplia de la casa, se abre hacia las vistas panorámicas sobre la montaña y el jardín. Una ventana exterior se recorta en el muro Oeste y nos conecta visualmente con la piscina, permitiendo que los reflejos inunden las vigas de la habitación. La piscina se separa de la casa para darle su propio espacio, y se desliza como otro volumen más de la vivienda que emerge del terreno.