El estudio de arquitectura Carlana Mezzalira Pentimalli ha finalizado la nueva Biblioteca Pública de Brixen en Bolzano, Italia, a dos pasos del Duomo, una institución pública fundada en 1984 que, con su legado de más de 36.000 libros, representa un hito para todo el valle del Isarco.
Plantándose de forma silenciosa y extremadamente respetuosa en su entorno, la intervención se sitúa al sur del Ex Tribunal, en el vacío generado entre dos edificios existentes, donde, antes de la demolición, había un terreno perteneciente a la Diócesis. Verdadera infraestructura de conexión, el nuevo edificio se comporta estructuralmente como un “árbol” que inclina sus “ramas” de cemento hacia los edificios de la Ex Hacienda y del Ex Tribunal, estableciendo una relación perpetua entre lo nuevo y lo viejo, e inspirando a los arquitectos para rebautizar el proyecto, “Kulturbaum, árbol de la cultura”.
La analogía continúa en el plano planimétrico, dictada por la necesidad de gran flexibilidad y adaptabilidad de los espacios de una biblioteca pública contemporánea.
Lejos de adoptar el clásico sistema de estanterías, el edificio presenta una doble envolvente perimetral situada entre los muros exteriores de concreto y el revestimiento de madera que recubre los interiores, y que alberga la mayor parte de los espacios de servicio: desde la distribución vertical hasta los sanitarios, pasando por el mobiliario con librerías, bancos fijos, mesas, etc. Esta “corteza” envuelve el espacio, liberándolo por completo de cualquier obligación funcional.
La versatilidad de los entornos también ha guiado la gestión y el uso previsto de la biblioteca. Controlando algunos puntos de acceso estratégicos, de hecho, el complejo puede ser total o parcialmente permeable a las distintas plantas. De este modo, tanto los edificios como los accesorios externos relacionados sirven como elementos independientes que se pueden utilizar de forma autónoma, para realizar múltiples funciones y eventos en diferentes momentos. Las conexiones que se crean entre el nuevo edificio y los edificios existentes son tangibles y satisfacen necesidades formales, funcionales y distributivas. El nuevo edificio es el resultado de una masa que se deforma mediante contracciones y dilataciones para recomponerse según las estereometrías circundantes. Lejos de autorreferenciarse, el conjunto cambia como si fuera un organismo sensible que se adapta continuamente a las necesidades del lugar y del proyecto.