Desde 2011 diversos grupos se han organizado para levantar su voz a favor de los derechos sexuales y reproductivos, en contra de los crímenes de odio y femicidios, y por la erradicación de estigmas relacionados con la sexualidad e identidad de género. Durante 8 años consecutivos, una vez al año, las calles de Quito-Ecuador reciben estas voces que se apropian de la palabra ícono de la descalificación machista y la llenan de nuevos significados en La Marcha de las Putas.
En las anteriores ediciones, las y los marchantes recorrían un kilómetro de vías para terminar frente a una tarima que les recibía con música. Como no podía ser de otra forma, en su afán de resignificación del lenguaje, este festival lleva el nombre de Festival Emputado. A pesar de la fuerte carga que conlleva la marcha, esta transforma la indignación y el dolor en una fiesta, creando un acto de catarsis colectiva que fácilmente se puede resumir en una de sus consignas: “Nuestra mejor venganza será la alegría”.
Para la novena edición de la marcha, las organizadoras nos invitan a sumarnos y juntos aplicamos a la convocatoria anual de Fondos Concursales del Ministerio de Cultura del Ecuador. Una convocatoria a fondos de cultura nos permite poner el diseño al servicio de una manifestación totalmente autogestionada.
Un Escenario que Camina
Todo lo que se cruza en el camino de la marcha se resignifica. Los talleres de diseño participativo, a los que han denominado Putalleres por el simple hecho de hacerlos suyos, son abiertos a todo el mundo y nos muestran su día a día en esta ciudad colmada de prejuicios y en donde la otredad no encaja. Mientras mejor conocemos los problemas que enfrentan, su consigna de la alegría cada vez cobra más sentido. Pensamos en que el clímax de la fiesta frente a la tarima debería prolongarse el mayor tiempo posible. En realidad, la tarima debería acompañar todo el recorrido de la marcha, llevando la fiesta y contagiando a todo el mundo a su paso.
El proyecto finalmente está claro: un escenario sobre ruedas. Tratando de encontrar la manera más fácil de solucionar nuestras ambiciones y hacer que el dinero alcance, alquilamos una plataforma de carga. Ahora sólo tenemos que liberar el mayor espacio posible para las presentaciones y asegurarnos de que ni los equipos de sonido, ni las luces, ni los artistas se mojen. Sólo en dos ediciones no ha llovido durante la marcha.
Ni la cubierta, ni su sistema de sujeción, pueden ser un obstáculo que impida la visibilidad del performance; mientras más alta, mejor, aunque un poco más baja que los cables de luz y los semáforos de la ciudad. El sistema se tiene que armar y desarmar en un día y, además, el montaje debe permitir involucrar en la construcción a los voluntarios que se suman al proyecto.
Las columnas para la cubierta se colocan en los extremos para liberar el espacio. Son unos troncos de eucalipto que cuestan 10 dólares cada uno. Su esbeltez hace que sean frágiles en el medio y por eso hacemos un refuerzo aumentando su sección. Estas columnas están estabilizadas por tensores que, a su vez, soportan la cubierta que sobresale de la plataforma un metro de cada lado para evitar que equipos y artistas se mojen. Está hecha con plástico de invernadero translúcido porque es barato y para que las luces del escenario se desparramen sobre ella.
Salimos con la adrenalina a tope desde el parqueadero en donde montamos la cubierta, a diez cuadras de donde empezaba la marcha. Un camión plataforma de 16 metros de largo en movimiento avanza por la ciudad sorteando semáforos y cables de luz. Estamos por llegar al punto de inicio de la marcha, se prenden los equipos y el DJ empieza la fiesta, la gente nos mira y nos escucha: la Puta Carra Loca llegó.