Con una ubicación privilegiada en los alrededores de la ciudad de Morelia, este proyecto surge a partir de la idea de los sutiles murmullos que un entorno natural como éste susurraba, así como de la búsqueda de protección y refugio del cliente.
La principal interrogante era, ¿cómo poder sentirse protegido?, y en todo caso, ¿qué es lo primero que se hace ante la vulnerabilidad? Esta pregunta vino acompañada de una imagen o un recuerdo: la de un niño asustado cubriéndose con una sábana mientras se asoma para ver lo que está sucediendo.
Este acto alude a uno de los instintos básicos del ser humano; el cual se trasladó en el proyecto para generar una continuidad en la superficie virgen que rodea el terreno, formando una nueva colina en un lugar que está rodeado de ellas. La arquitectura debía ser en este caso, un complemento de la narrativa; mientras que el poema ya estaba escrito por el contexto, las señales de vida y demás elementos que evidencian el paso del tiempo en la zona.
Los acentos en el poema fueron cuatro muros de concreto que emergen del suelo, dos de ellos contienen la tierra de esta nueva colina que surgió al levantar la sábana de paso, y otros dos muros paralelos que enmarcan el acceso y escoltan al huésped hacia el interior de la casa.
Este camino se diseñó para recorrerlo cómodamente en solitario, pero con la estrechez suficiente para no poder hacerlo acompañado. Es un peregrinaje que remata con un añejo árbol cuya presencia es tan significativa que fue necesario distorsionar el eje de un muro con una suave curva, y así poder pasar junto a él, casi rosándolo.
Después de atravesar el umbral del árbol, se encuentra una imponente puerta de acero, que al abrirla deja descubrir una bóveda de concreto que soporta las cargas de la azotea natural que posa sobre ella; dando la sensación de estar en una obscura pero extrañamente acogedora cueva.
Se eligió el concreto como material principal, por su materialidad y semejanza pétrea, que al interactuar con el bosque deja entre ver el paso del tiempo. El piso enfatiza el aroma a madera y da balance a la temperatura fría del concreto, y finalmente el acero porque con el paso del tiempo y el clima adquiere una apariencia parecida a la corteza de un árbol.
En cuanto a la organización espacial, en el lado izquierdo se encuentran las áreas públicas completamente expuestas hacia la boscosa cañada y del lado derecho las áreas privadas que se abren más tímidamente hacia un patio, el cual permite ver el cielo y la copa de algunos árboles, pero que se cierra un poco hacia el exterior.
Era preciso tener muy pocas referencias de elementos que recordaran algún momento específico del tiempo, por eso se escondieron los electrodomésticos, las luminarias se dispusieron de forma muy discreta, y sólo se incluyeron cuatro materiales principales: piedra, madera, concreto, y acero. Era muy importante para el cliente conservar la atmósfera ruda y primitiva de estar en la montaña.