Quizás sea Borges, en su literatura quien mejor ha descrito la espacialidad del infinito. Sus textos describen con minuciosidad esa condición en apariencia imposible. En sus textos imaginó mundos como una biblioteca, donde la repetición – de palabras y espacios –, nos la ilustra como un universo inabarcable; otras veces era capaz de contener el mundo en un solo punto al que sólo podíamos mirar y nunca acceder. No es de extrañar entonces su miedo y atracción a los espejos, de ellos decía que son abominables porque multiplican al hombre sobre la tierra. Los pensamientos de Borges, sin embargo, no resultan tan difíciles de construir. Basta con colocar un espejo frente a otro el espacio se repite y amplía hasta el infinito.
Esa es la manera en la que se construye el proyecto ‘OUTSIDE-IN’ de Meir Lobaton Corona y Ulli Heckmann en el 22 International Garden Festival en Chaumont Sur Loire, Francia, un jardín que se convierte en un bosque a través de una ilusión sensorial, donde una ‘caja’ de límites finitos contiene una paradoja espacial: un espacio que es (perceptivamente) mayor por dentro que por fuera, “donde el paisaje y la arquitectura se funden”, creando aquello que Jorge Luis Borges llamaba “un imposible espacio de reflejos “. Un interior que contiene un exterior. Un diseño que medita sobre “el espacio, la luz y la posibilidad de infinito” y que, en palabras de sus autores, alude al texto Alicia en el país de las maravillas, cuando Alicia se asoma a través de la cerradura de una puerta minúscula y vislumbra un hermoso jardín y se da cuenta de que no hay forma en que va a ser capaz de entrar en él. “Esta experiencia invertida de mirar a escondidas, de dentro hacia fuera, está destinada a ser tanto fascinante y frustrante.”.
El pabellón es un cuerpo blanco, formado por una membrana translucida, que contiene un mundo infinito inaccesible, que sólo permite asomarse a él a través de pequeñas perforaciones que nos invitan a mirar como un voyeur desde fuera hacia adentro y desde fuera hacia afuera, pero sin posibilitar la experiencia de recorrerlo. “Creemos que toda percepción está bloqueado dentro de nuestro cuerpo: El sentido de la vista en los ojos, el sentido auditivo en los oídos, el sentido del olfato en la nariz, el sabor en la boca, y el tacto en nuestras las manos. Nuestro jardín, se concibe como un dispositivo que permite al público darse cuenta de que al apoyarnos sólo en la vista nos basamos en la imaginación, es decir, en la interpretación. En otras palabras, la forma en que el sentido de la vista puede excluirnos de la posibilidad de tener una experiencia integra de la vida, que implica a todo el cuerpo y que se extiende más allá de ella (…) exigiendo que negociemos constantemente la brecha entre la realidad física y la percepción visual”.