Espina surge de la sinergia entre diversos elementos que interactúan para lograr un equilibrio tanto estructural como visual. Es un pabellón sin un programa definido, cuya única finalidad es proporcionar sombra y orientar las vistas hacia el horizonte. Con tan solo 21 m2 de construcción, Espina logra ofrecer una vista panorámica de 360°, conectando al usuario con el paisaje accidentado.
Ubicado en la cima de una colina en un rancho de ganado bravo en Santiago de Querétaro, el proyecto consiste en una techumbre ligera, soportada por una estructura con basamento de concreto y un esqueleto metálico que actúa como una columna vertebral, delimitando la zona del mirador y contando con apoyos tan sólo en uno de sus lados, que generan un gran volado. Para librar este claro hacia la fachada oeste, la cara contraria de la estructura se ve sometida a unos contrapesos con bultos de gavión anclados mediante cables tensores. Este contraste entre los materiales y su honestidad estructural evidencian la función específica de cada elemento.
Considerando la geografía del sitio y el acceso limitado, posible sólo a caballo o por medio de un vehículo 4×4, se tomó la decisión de fabricar el concreto in situ, y se eligió el acero por su facilidad de ensamblaje en el lugar, y la posibilidad de incorporar piezas moduladas. Por otro lado, los gaviones se construyeron con piedra local extraída durante la cimentación. La dilatación por calor de la estructura determina la distancia de estos contrapesos contra un paisaje endémico que, eventualmente, terminará por adueñarse del pabellón.
Bajo estos principios, Espina se consolida como un espacio polivalente entre dos basamentos de concreto, y se eleva sobre la vegetación, además de que se extiende de norte a sur para proporcionar vistas horizontales hacia el este y el oeste, capturando así tanto el amanecer como el atardecer.