En medio del bosque, en Avándaro, Valle de Bravo, cinco viviendas de descanso se esparcen sobre un terreno colmado de pinos que corean el sonido del viento y proyectan sus magníficas sombras en los muros y el suelo.
Cada vivienda, las cinco con la misma tipología, se compone de seis volúmenes posicionados de tal manera que generan vacíos y un patio central. El patio, además de vistas, otorga silencio e intimidad. Los volúmenes son más cerrados al norte, siendo este el acceso de las casas, buscando privacidad. Al sur, se abren a través de grandes vanos para integrarse al jardín y otorgar vistas hacia el bosque, aprovechando al máximo la orientación y la luz natural.
En la planta baja, la sala, el comedor, la cocina y una de las recamaras extienden sus límites hacia el exterior para unirse con las terrazas, el patio y los jardines. En la planta alta, tres recamaras enmarcan sus vistas a un horizonte boscoso.
Aprovechando las virtudes de la naturaleza, los materiales provienen de la región: tabique, madera y tierra. La tierra es del sitio (insitu), extraída de las excavaciones para colocar los cimientos se aprovechó y se reutilizó como acabado natural en todos los muros exteriores e interiores de las viviendas. Así, la arquitectura emerge del lugar.