Situado en los límites entre la ciudad y el río Lerma, este proyecto surge para recuperar un espacio recreativo y natural en la localidad de Salvatierra, Guanajuato, otorgándole un valor agregado al histórico puente de Batanes. Los antecedentes del parque se remontan al siglo XVII, fecha en la que se construyó el puente por Fray Andrés de San Miguel, y fue considerado como la puerta hacia el fértil valle de Huatzindeo dentro de la región del Bajío; donde el crecimiento urbano acelerado fue desplazando a las tierras de cultivo, propiciando su especulación y vandalismo.
Bajo esta premisa, el gobierno municipal recuperó el terreno establecido bajo el puente, transformándolo en un espacio público que respeta la interacción entre el patrimonio construido y el entorno natural, conformado por el cause del río que alimenta al valle, y el predio a cielo abierto que se apropia del paisaje. El propósito consistió en revitalizar y agregar valor a la ciudad mediante una propuesta sensible con su ubicación. Un proyecto que fortalece la estructura del paisaje existente de huertos y sabinos imponentes en la vereda del río, y que pusiera a disposición esa reserva ecológica para acentuar el carácter patrimonial de la estructura.
Dentro de la estrategia de diseño, se consideraron varias intervenciones: el acceso se convierte en un umbral generado a partir de la consolidación de los restos existentes de una casa antigua, y una nueva pieza en concreto -que se ciñe formalmente al vestigio para reestructurarlo- alberga la taquilla y una rampa mirador que desemboca en el parque por medio de muros de contención a base de piedra. El parque se organiza en 3 plataformas de gran escala que descienden hasta el desplante del puente, que permanece latente como remate visual. Estas plataformas propician actividades multitudinarias al aire libre, con recorridos alrededor del sitio que son a través de senderos de tepetate mejorado, acompañados por muretes de piedra.
Los pabellones de servicios y gastronómico se desarrollaron mediante estructuras ligeras de madera, compuestas por un sistema de vigas y columnas dobles en forma de doble “T”. En el área gastronómica, se generan una serie de espacios que la hacen más dinámica, y le permiten albergar otro tipo de actividades culturales y recreativas. Se utilizaron materiales y sistemas constructivos propios de la región, como la madera y la piedra, con un aparejo tradicional en muros para mantener el mismo lenguaje con las preexistencias. En cuanto al diseño de paisaje, se integraron diversas especies de árboles y pastos silvestres que se suman a la recuperación de huertos, obteniendo beneficios orgánicos que conservan y regeneran el ecosistema.