El cuenco es un observatorio ambiental, un dispositivo abierto expuesto al flujo meteorológico de la Ciudad de México y a la atmósfera específica del patio del museo El Eco. Cada elemento dispuesto transmite y articula el ritmo natural de El Eco. La máquina entra en cadencia con éste: el juego de opuestos, el algodón y su desgaste, causa-efecto del agua de lluvia y el sol en su danza periódica de evaporación y precipitación; la tela se satura, escurre y reinicia su viaje vertical. En el momento justo que se vence el punto de resistencia de los contrapesos y se liberan de la atracción vertical, el plato cede ante el abrazo de ésta misma, el espacio se contrae y se dibuja una frontera circular en el patio. Al suspenderse de nuevo la atmósfera del patio se dilata, se eclipsa el patio a través de la sombra mientras los contrapesos ganan la eterna batalla perdida contra la gravedad.
El patio se viste de un sentido temporal perceptible y cinético a través de la construcción de una sombra flotante que propone a la indeterminación como experiencia temporal y espacial. El cuenco se debate en la búsqueda del equilibrio entre la Tierra que lo atrae en respuesta de su masa y la tensión que lo sostiene levitativo, falsamente inerte.
Este equilibrio está sujeto a variantes biológicas, atmosféricas, los pesos dispuestos y la suma de sus fuerzas opositoras: un cúmulo de circunstancias extrínsecas e intrínsecas entretejidas en una red de eventos interdependientes que encuentran su foco en el textil.
Este umbral del suceso es un modelo de sincronía, un intervalo que se dibuja durante el transcurso de los días mientras se mueve por el espacio a través de sus partes indisolubles unidas a sus movimientos simultáneos. Lo predictivo se compone de la separación, el tránsito y la reincorporación de la máquina, el patio como un matraz experimental, mutación que habita el reino de la posibilidad.