La idea que originó este proyecto surgió de los sutiles murmullos que un entorno en Michoacán, México. Esta vivienda forma una nueva colina en un lugar rodeado de ellas. La arquitectura es el acento del contexto. El terreno rodeado por pinos, encinos, huizaches, luciérnagas, caminos, cercas, una pileta de agua y una huerta.
Configurada por cuatro muros de concreto que emergen del paisaje; dos de ellos contienen la tierra de esta nueva colina que se generó al levantar la tierra y otros dos que enmarcan el acceso y escoltan al usuario durante su camino hacia el interior de la casa.
Tras una puerta de acero, se descubre una bóveda de concreto que soporta las cargas del terreno que posa sobre la casa; da la sensación de estar dentro de una fría, obscura, pero acogedora cueva. Se eligió el concreto como material principal por el contraste de los colores gises que se entretejen en los verdes, negros y amarillos, e incorporándose poco a poco al entorno. En cuanto a la organización espacial, de lado izquierdo de la casa se encuentran las áreas públicas completamente expuestas hacia la boscosa cañada y de lado derecho las áreas privadas que se abren más tímidamente hacia un patio, el cual permite ver el cielo y la copa de algunos árboles pero que se cierra un poco hacia el exterior.